a tus playas lejanas he de volver”, el miedo se ha impuesto a toda manifestación de amor.

PASAMANOS: Cierto, y como escribiera Carlos Fuentes Macías en una novela, “aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer”.
Pero, de cualquier manera, ta’canijo vivir día y noche con el miedo, el miedo espantoso, a un secuestro y/o una desaparición, incluso, en la misma casa.
Una bala perdida por ahí arrasando con la vida y como fue la historia de la señora de 28 (veintiocho) años de Nogales, Abigaíl Serrano Rodríguez, fallecida por una bala perdida en un ataque armado.

CORREDORES: Se dirá que, a pesar de tanta violencia, parte de la población, sobre todo, los chicos, siguen yendo a la discoteca y los antros.
Y la gente a los restaurantes y a la plaza comercial y al cine y al circo.
Y las señoras al cafecito con las amigas.
Y en nombre del deseo, la pasión y el sexo y el amor los moteles están llenos.
Pues sí, la vida continúa y quizá, quizá, quizá, cada quien mirara la violencia como una aventura donde se puede vivir y/o morir.
El riesgo, pues.

BALCONES: En las noches, entre las dos y las cuatro de la madrugada cuando las horas son más pesadas, de pronto se despierta de un sobresalto.
Y se escucha un ruido por ahí. Incluso, en casa. Unos pasos. Una lámpara iluminando el pasillo.
Y la familia despierta angustiada y temerosa.
Y gracias, digamos, al Ser Superior, se trata de un ruidito pero en la calle. Incluso, en la casa de enfrente. Alguien por ahí que bien pudo levantarse al baño con la emergencia urinaria.

PASILLOS: El caso es que estamos atrapados en la sicosis.
Y en “el miedo al miedo” como escribiera el poeta León Felipe.
Lo peor es que con todo y los pachangones de pueblo en pueblo (el ceviche más largo del mundo, el lecherito y la canillita más sabrosas del planeta, la soprano Olivia Gorra cantando en Coatzacoalcos, garnicholandia, etecé, etecé) nos hemos acostumbrado a los secuestros y asesinatos y fosas clandestinas.
Y hasta forman parte, además del paisaje, de las horas del día y de la noche.
Un día sin un plagio y un asesinato es como un viaje mágico al paraíso terrenal. (lv)