Políticos mudos
**Ciegos y callados
**Veracruz violento
ESCALERAS: Los políticos están mudos. Y callados. Y ciegos. Y no ven.
Nada ven. Peor: nada dicen. Tantito peor: nada quieren decir.
Digamos, y como asegura el viejito del barrio, hacerse omiso y occiso sobre la realidad social real en Veracruz también deja ganancias. Y mejores, incluso.
Ninguna palabra sobre los secuestros. Desapariciones. Extorsiones. Feminicidios. Asesinatos. Fosas clandestinas. Y, claro, sobre la impunidad, la flor más bella del ejido jarocho.
Callan los diputados locales y federales. Callan los senadores.
Callan los presidentes municipales. Calla el gabinete legal y ampliado del gobierno del Estado.
Callan, caray, las tribus mandonas en los partidos políticos.
Veracruz está convertido en un escurridero de sangre y un tiradero de cadáveres y el silencio es el lenguaje oficial.
En ningún momento desean los políticos volverse incómodos e indeseables para la jefa máxima.
PASAMANOS: Uno constituye el daño físico a la población. Por ejemplo, los hogares con familiares ejecutados. Y otro, el daño sicológico.
El desastre mental.
La población, traumada. Sabe, está consciente, de que nadie la ha librado. Y que lo peor entre lo peor bien puede suceder “en el día menos pensado”.
Más duro que soportar el hambre y el frío, el desempleo y el subempleo, es la violencia.
La delincuencia organizada. La delincuencia común. El machismo. Los estragos del alcohol y la droga.
CORREDORES: En Veracruz desde hace quince años, las puertas y ventanas abiertas al infierno.
Un infierno llamado Veracruz.
El silencio de tantos actores políticos continúa tragándonos.
Cierto, cierto, cierto, los Colectivos, integrados con padres con hijos y pariente desaparecidos, protestan en las calles y avenidas y en pueblos y ciudades.
Y las ONG. Y los académicos.
Y la iglesia.
Pero su inconformidad social e indignación crónica se topa con el silencio de los políticos, vueltos aliados y cómplices de quien ocupa la silla embrujada del palacio de Xalapa.
BALCONES: Más ahora con el sonsonete de que “Veracruz está de moda” cuando ha estado de moda, por ejemplo, desde cuando Antonio López de Santa Anna fue tres veces gobernador jarocho.
Y desde cuando Pablo Neruda caminara descalzo en las playas de Veracruz levantando conchitas de mar para su colección en Isla Negra, su paraíso terrenal.
Y desde cuando la jovencísima actriz originaria de Minatitlán, Blanca Estela Pavón, una de las primeras en migrar al viejo Distrito Federal, muriera en accidente aéreo.
Y cuando, además, la Malinche se arrodilló en las playas de Chalchihuecan, luego del desembarque de Hernán Cortés para echarle tortillas a mano y con maíz blanco en el metate que su padre, el cacique de Tabasco, le obsequió.
PASILLOS: El gobierno federal quiso mirar a Veracruz luego del homicidio de la profesora jubilada y taxista de Álamo, Irma Hernández, arrodillada ante diez malandros enmascarados y apuntándole con R-15.
Y después del motín en el penal de Tuxpan con nueve presos muertos y diez heridos.
Y ni así, los diputados locales y federales y los alcaldes y los partidos políticos se ocuparon del infierno Veracruz.
He ahí el tamaño de la sumisión. Y/o la conveniencia. (lv)