Mexicanos al grito de guerra
Francisco Ortiz Pinchetti/Tomado de Sin Embargo
Habrá que alistarse cuanto antes. Es el momento de defender a la Patria. Lo había advertido bien clarito nuestra Comandanta en jefe: como dice el Himno, dijo, y si osara un extraño enemigo profanar con su lengua tu suelo, “piensa ¡oh Patria! querida que el cielo un soldado y una soldada...
(sic) en cada hijo te dio”.
¡Ya osó!
Cuidadito con meterse con nuestros valores más preciados. “El acero aprestad y el bridón”, qué caray. Y que de una vez retiemble en sus centros la Tierra al sonoro rugir del cañón, cómo no.
El tal Trump se creyó muy machito. “México hace lo que nosotros le decimos que haga”, dijo. Algo así como “los mexicanos nos hacen los mandados”. Y eso ya cala. Se pasó el colorado. La respuesta fue no muy inmediata, pero sí contundente: “que lo sepa el Mundo: en México, el pueblo manda”, advirtió, reiteró, esculpió en bronce la Presidenta al término de una visita a la Cuarta Sección del Bosque de Chapultepec, al mediodía de este jueves.
“Por si alguien lo dudara”, aclaró Claudia como remate a ese pronunciamiento --con un dejo de “te estoy hablando, inútil”-- difundido a través de sus redes sociales, que quedará inscrito en la historia y que las futuras generaciones conocerán como La Declaración de Chapultepec.
No faltan los apátridas que ya afirman que “desgraciadamente” los hechos le dan la razón al Republicano. Deben ser los adversarios de la cuatroté, que luego, luego quieren aprovechar cualquier desavenencia con nuestros amigos del Norte para golpear al país, al pueblo bueno, a la mandataria, a su movimiento, y sobre todo a su padrino el tabasqueño.
Lo cierto es que la relación entre México y Estados Unidos siempre ha sido una compleja danza de diplomacia, economía y poder. Y lo es especialmente en la actual circunstancia. Sin embargo, en el contexto de las recientes declaraciones del Presidente Donald Trump y las contundentes acciones del Gobierno mexicano en materia de seguridad, esta dinámica ha alcanzado un nuevo nivel de tensión.
La frase del mandatario estadounidense –o la calumnia, mejor dicho--, de que "México hace lo que le decimos que haga", no es sólo un comentario provocador, sino un desafío directo a la soberanía de una Nación. La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, por su parte, ha mantenido una postura firme, resumiendo su visión de la relación con el principio de: "coordinación sí, subordinación no". Como debe ser, digo.
No obstante, al analizar los hechos y las cifras oficiales, la línea entre ambos conceptos se vuelve peligrosamente difusa, revelando un complejo panorama de interdependencia.
La entrega –que no extradición-- de presuntos criminales es un termómetro claro de la colaboración entre ambos países. Un paquete de 29 narcos en febrero y otro de 22 más hace unos días. La Fiscalía General de la República (FGR), en una clara señal de respuesta a las exigencias de Washington, ha acelerado las entregas, sumando un total de 51 individuos en lo que va del año. Esto no sólo demuestra una coordinación activa, sino también una voluntad política de cumplir con la agenda de seguridad de Estados Unidos. ¿O no?
Esas súbitas transferencias de presos (que algunos irrespetuosos llaman “ofrendas”), aunque presentadas como una decisión soberana para garantizar la seguridad nacional y argumentando que los reos podrían ser exonerados por los jueces banales, se interpretan en el exterior como una respuesta directa a la presión ejercida por agencias estadounidenses como la DEA y el FBI, según medios de EU y Europa.
El combate al fentanilo, un tema de salud pública en Estados Unidos, es otro punto clave en este tenso tablero. La crisis de sobredosis en Estados Unidos ha hecho de este tema una prioridad absoluta para el Gobierno de Trump, y la respuesta de México ha sido contundente. El Gobierno mexicano ha respondido con acciones como la ubicación y destrucción de cientos de laboratorios clandestinos y la incautación de más de mil 300 kilogramos de fentanilo en el transcurso de 2025.
Estos resultados, si bien son un paso positivo en la lucha contra el narcotráfico, también son una forma tangible de mostrar a Estados Unidos que México está comprometido con un tema de vital importancia para ellos. Esto fortalece la percepción de que las acciones mexicanas están fuertemente influenciadas por las demandas de su vecino del Norte, para decirlo suavecito.
La coincidencia en las fechas es también un indicador elocuente, dicen los malquerientes.
Por otro lado, la política migratoria de México, en particular, se ha convertido en la herramienta más efectiva de presión en la relación bilateral. El precedente más claro se estableció en 2019, cuando la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles de hasta el 25 por ciento a todos los productos mexicanos si no se detenía el flujo migratorio, forzó un cambio de política radical en el incipiente Gobierno de López Obrador. Como resultado, México desplegó a la Guardia Nacional en su frontera sur. Esa política, que nació como una medida reactiva, se ha convertido en un pilar de la estrategia de contención del país.
Inmediatamente después de la primera conversación telefónica entre Sheinbaum Pardo y Trump, el 3 de febrero pasado, la Presidenta mexicana envió 10 mil efectivos a la frontera… como parte de un primer acuerdo para evitar o posponer al menos la imposición de aranceles.
Datos más recientes confirman esta tendencia. A principios de 2025, se observó una drástica reducción en el número de encuentros de migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México. Un análisis de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) atribuyó esta caída a un endurecimiento en las medidas del Gobierno mexicano contra los migrantes en tránsito. Esta política, que ha sido criticada por organizaciones de derechos humanos, demuestra que el Gobierno de México tiene la capacidad de actuar de manera decisiva para alinear sus intereses con los de Estados Unidos… cuando la presión es lo suficientemente fuerte.
A pesar de las declaraciones en defensa a ultranza de nuestra soberanía, y luego de rechazar apenas el pasado lunes 11 de agosto toda posibilidad de una intervención aérea de Estados Unidos a nuestro territorio (precisamente cuando aludió al Himno Nacional e hizo su patriótica advertencia), la Presidenta Sheinbaum aceptó ante la evidencia documentada del vuelo de un dron estadunidense sobre Valle de Bravo que sí se han aprobado esos vuelos en territorio mexicano, aunque sólo para "asuntos particulares" de investigación relacionados con la delincuencia organizada y a pedido de México.
Claro, cualquiera puede patinar; pero este hecho demuestra una colaboración directa en la que el Gobierno mexicano autoriza la operación de equipo extranjero en su país, algo que ha sido una demanda constante de la política de seguridad de Washington.
El caso es que ahora la Presidenta Sheinbaum Pardo se encuentra en el centro de una disputa diplomática. Si bien ha defendido la soberanía de México con su postura de "coordinación sí, subordinación no", los hechos sugieren que esta línea se desdibuja constantemente. Acciones como la entrega masiva de capos y la colaboración en el combate al fentanilo, aunque se presentan como decisiones autónomas, son en la práctica una respuesta a las demandas de un socio que no teme usar su poder para conseguir lo que quiere.
El futuro de la relación bilateral dependerá de cómo la administración oficialista logre equilibrar esta balanza. La soberanía de México, más que una declaración, será un ejercicio diario que tendrá que demostrarse en los hechos. La pregunta que queda en el aire es: ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar México en su "coordinación" antes de que el mundo perciba que ha cruzado la línea de la subordinación? Válgame.