de la palabra.
La palabra escrita y publicada en los libros y los periódicos.
Entonces, primero suelen llamar la atención por la forma de escribir. Después, por lo que dicen. Luego, por la estructura narrativa para contar historias.
Y cuando la lectora lo advierte, la lectura de sus textos se ha convertido en una especie de droga.
Y una droga peor que cualquier droga.

DOS. “Te beso con la palabra”

Por eso, quizá, el ideólogo político, Carlos Marx, cuando estudiaba en París y su esposa lo esperaba en Rusia con los chamacos, le escribía cartas a mano y solía despedirse del siguiente modo: “Ya que no te puedo besar con los labios te beso con la palabra”.
Y la señora enloquecía de gusto y placer.
Muchos fines de semana, el escritor Carlos Fuentes Macías solía desaparecer del hogar donde vivía con la actriz Rita Macedo.
Se iba los viernes en la tarde, sábado y domingo con una noviecita, incluso estudiantes, prendidas de su narrativa.

TRES. Atracción fatal

Acaso la señora C. T. tenga razón de sobra.
Los reporteros, cierto, pero más, mucho más, los cronistas y los escritores suelen tener el plus de la atracción (a veces fatal) con las mujeres.
Y de igual modo como hay mujeres a quienes encanta el olor a poder y dinero y enloquecen con los políticos, bien puede suceder más, mucho más con los escritores.
Con todo, el reportero N. Z. se pavonea recordando el número de barbies coleccionadas por cada libro publicado.

CUATRO. Poetas, más efectivos

Entre los novelistas, cuentistas y poetas, la preferencia femenina gravita alrededor de los poetas.
Los poetas suelen convencer más rápido que los novelistas.
Más, si escriben poemas entendibles en una primera lectura, pues, caray, hay quienes ni siquiera en una cuarta, quinta relectura se adivina lo que desean expresar.
Más, mucho más las mujeres aprenden de memoria los poemas de Pablo Neruda, Amado Nervo y Rubén Darío que los de Octavio Paz Lozano, con todo y Nóbel de Literatura, y a quien por lo regular únicamente comprenden sus pares.

CINCO. Magia de compositores y pintores

Un compositor de canciones (boleros, por ejemplo) resulta más peligroso para seducir corazones femeninos que un escritor y/o un cronista.
Lo escribió Agustín Lara, el pianista de 14 años en el burdel “La bandida” en el viejo Distrito Federal: “Las mujeres en mi vida se contaron por docenas”.
Un pintor es más conquistador, pues basta y sobra con unos retratos fantásticos sobre una chica para el encanto y la magia.
De igual modo un escultor. La cara, el cuerpo completo, de una mujer, inmortalizado en una escultura prodigiosa.
Y ni hablar, los escritores y los reporteros también harían su luchita… (lv)