El chico tímido
**Padres, en defensa
**Y en cosas de amores
UNO. En nombre del amor filial
Aquel adolescente era tímido. Demasiado tímido. Tan tímido que sus padres se adueñaron de su vida amorosa.
Por ejemplo: Una chica de la misma edad, compañera en el sexto año de la escuela primaria, le envió por correo y en el pueblo una cartita escrita
a mano.
Y en donde le declaraba su amor.
En casa, la cartita la recibió su señora madre. Y la abrió. Y leyó.
Y se asustó.
Entonces, cuando el esposo, padre del chico, llegó en la noche luego de la faena laboral, le entregó la carta.
Y el padre, muy acomedido, la leyó.
DOS. El padre usurpa identidad del hijo
Y esa misma noche, el padre, a punto de un infarto cardiaco con el contenido, escribió una cartita de su puño y letra a la chica.
Digamos, quizá, quizá, quizá, para salvar al hijo de lo que consideraban venir la tercera guerra mundial.
Y al día siguiente, la guardó en una cartita y la blindó con pegamento y él mismo la llevó al correo.
Y, claro, dirigida a la chica aquella.
TRES. Salvando al hijo…
Nunca ni la madre ni el padre entregaron la cartita de amor de la chica al hijo.
Y, claro, bien pudieron encenderla y hasta con gasolina para evitar despojos sueltos y cenizas.
Ni tampoco el padre le mostró al hijo la respuesta.
Ellos, de seguro, quedaron felices de evitar un tsunami, un huracán, una tormenta al pobre de su hijito tímido.
Los dos chicos estaban en el sexto año de la primaria.
Jamás la chica contestó con una nueva cartita.
Incluso, hasta se alejó del chico a la hora del recreo en la primaria.
Y de ñapa, el saludo le negó.
CUATRO. Final infeliz
Aquella, digamos, declaratoria de guerra de los padres del chico a la muchacha de doce años y bien desarrolladita con el dulce bamboleo de sus caderas camino al río Jamapa tuvo final infeliz:
Los padres de la chica la enviaron a la Ciudad de México a vivir con una hermana mayor y en el viejo Distrito Federal estudió la secundaria y la prepa y una carrera en la UNAM.
Y como el amigo del caballo en la canción de la Martina, jamás regresó al pueblo, pues ningún caso tenía.
CINCO. El primer gran amor
Nunca el chico guardó rencor ni menos odio a sus padres.
“Ni modo, aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer”.
Pero muchos años después sigue cargando en las neuronas y el corazón el duelo por aquella chica que bien pudo significar el primer gran amor de su vida.
El más intenso y frenético. El más limpio. El más puro.
El primer gran deseo cuando simplemente se nace y renace a la vida.
La primera pasión.
La razón suprema para vivir.
Y ojalá si alguien por ahí leyera estas líneas y conoce a la chica le solicitara el perdón para aquel adolescente tímido. Muy tímido. (lv)