En todo caso, la canción de “si nos dejan… nos vamos a amar toda la vida”.
Pero si el horóscopo anuncia vientos negros, torrenciales y huracanados, reportarse enfermo en la chamba y que Dios y la Virgencita de Guadalupe se apiaden.

DOS. Astros y dioses juntos

En la cruzada bélica al continente asiático, Alejandro Magno siempre consultaba el horóscopo.
Y tal cual se movía.
En la guerra de diez años de la Grecia de Menelao y Agamenón contra Troya porque Paris “le bajó la esposa” a Menelao, cada parte consultaba el horóscopo.
Incluso, los dioses esotéricos y celestiales de Menelao y Príamo, el rey de Troya, el padre de Paris, solían bajar del reino superior para luchar al lado de los soldados de cada ejército.
Incluso, los dioses definían la estrategia bélica.
Astros y dioses, juntos, pues, para “echar toda la carne al asador”.

TRES. Juan Diego creía en los astros

Desde luego, habrá ciudadanos incrédulos y agnósticos sobre la lectura del horóscopo.
Pero, bueno, hasta el indito Juan Diego confiaba en el sistema solar.
Vaya, en el mundo indígena, todos los inditos creían (creen todavía) y a ciegas “en las aves de mal agüero” y hasta en la paloma negra, cuyo canto es tan triste y deplorable que únicamente llena las neuronas y el corazón de tristeza.
Peor, mucho peor, cuando la persona es depresiva porque entonces, basta un ganchito al hígado para caer desmoronado como un montón de huesos viejos triturados.

CUATRO. Lectura obligada

El viejito del barrio suele leer cada mañana el horóscopo en el periódico para saber qué onda.
Está convencido, seguro, cierto, de que la astróloga a cada rato se equivoca.
Nunca ha acertado en el vaticinio de sus horas en el día y en la noche, pero le pasa el mismo fenómeno que con la Morenita del Tepeyac.
Aunque nunca se le haya aparecido a un católico, incluso, ni un milagro se la deba, sigue creyéndose y adorándose como si fuera la única mujer en el desierto y en medio de un oasis.

CINCO. Mucha fe en las gitanitas

La astróloga tiene tanta fuerza y poderío social, anímico y sicológico que por más y más yerros en cada amanecer, de cualquier forma, al día siguiente se le vuelve a consultar.
Más considerando que son millones y millos los nacidos bajo cada signo zodiacal que está en chino dejar contentos, a gusto y alegres a todos.
Por eso, con una sola ocasión al año en que la astróloga acierte con el destino anunciado basta para mantener inconmovible la fe y la esperanza en ella.
¡Vida eterna para las astrólogas y gitanitas y chamanes y pitonisas y gurús! (lv)