Demasiada soledad
**Interior y exterior
**Pesadilla inacabable
UNO. Deplorable soledad
El terapeuta familiar y el sicólogo han confirmado que en el mundo hay mucha, demasiada, excesiva, soledad.
La soledad interior cuando, por ejemplo, la persona siente una terrible y tremenda soledad. En la vida cotidiana.
Y cuando, claro, se cree y percibe como una persona derrotada y frustrada, entre otros hechos y cositas, por montón de adversidades, incluso, acumuladas en un costal y como perros y gatos.
Y la soledad exterior, cuando simplemente, se confirma que se está solo. Sin familia. Pareja. Hijos. Hermanos. Tíos. Primos. Amigos. Compadres…, para seguir empujando la carreta, aunque la carreta esté destartalada.
DOS. La solución, una pareja
Entonces, observan quienes saben y han vivido con experiencias y vivencias lo suficiente, el único gran asidero para evitar el naufragio existencial es una pareja.
Una pareja, primero, que pudiera estar en el momento duro y rudo.
Y/o una expareja.
Incluso, una exnovia. Una examante.
Al lado de una pareja, por ejemplo, el hombre y la mujer nunca se sienten solos. La compañía mata la soledad. Y de tajo.
Más con la posibilidad de que el deseo, la atracción, la pasión y el amor pudieran resucitar en los días y las noches compartidas.
TRES. Curando la soledad
Mi mundo es mi esposa, Marie José Tramini, su compañera hasta la muerte, solía exclamar el único mexicano Nobel de Literatura, Octavio Paz.
Más luego del infierno vivido con su primera esposa, la escritora Elena Garro y a quien terminó denominando harpía.
Claro, para curar su soledad, Pancho Villa se casó veintinueve ocasiones y siempre por la iglesia.
Y Emiliano Zapata solía alejarse del campamento revolucionario en las noches, montado a caballo y con su perrito guardián a un lado, para dormir empiernado en una aldea cercana.
El escritor Oscar Wilde siempre tuvo chamaquitos para curar la soledad creada y recreada al lado de su esposa.
CUATRO. Besar con la palabra…
Lo importante como medicamento infalible es una compañía para enfrentar los estragos de la soledad.
No hay de otra. Ni otra.
En la Universidad de Nanterre, en Francia, en el movimiento estudiantil del 68 (y que luego se extendiera a Checoslovaquia, Estados Unidos y México), los chicos inscribieron la siguiente leyenda: “El mundo se reinventa cuando dos se besan”.
Carlos Marx, el ideólogo ruso estudiaba en París. Su esposa había quedado en Rusia. Entonces, en las cartas siempre le escribía la siguiente leyenda:
“Ya que no te puedo besar con los labios… te beso con la palabra”.
CINCO. Una mascotita de relevo
Con una pareja “a prueba de bomba” ningún ser humano puede llegar a sentirse solo.
Claro, si la vida es muy dura y ruda, y “haiga sido como haiga sido”, ninguna compañía se tiene, entonces, queda la alternativa de una mascota.
Un perrito. Un gatito. Un conejito. Una ardillita. Y como en el caso de Demi Moore en el filme cinematográfico, “Una propuesta indecorosa” con Michael Douglas, un hipopótamo.
Una compañía humana y/o animal, siempre, siempre, siempre, derrotan a la soledad. (lv)