Saber envejecer
**Niños y ancianos
**La soledad, un riesgo
ESCALERAS: En la cancha pública se ocupan del maravilloso arte de saber envejecer.
Y más, en un México donde la población sigue dando un giro de más de ciento ochenta grados. Y oscilando entre bebés y ancianos.
Por ejemplo, insistiendo en que una clave está en haber llevado (y llevar) una buena dieta.
Ya se sabe, los médicos tan repetitivos. Cero grasas. Cero refrescos de cola. Colesterol controlado. Triglicéridos controlados.
Y el ejercicio permanente y constante. Aunque sea media hora. Pero todos los días. Clave, caminar, por ejemplo, alrededor del parque de la esquina y en la mañana. Lo ideal, por ejemplo, nadar.
PASAMANOS: Otros expertos anotan otras dinámicas. En el periódico Milenio, por ejemplo, en reportaje exponen los siguientes:
Uno. Procurar siempre, siempre, siempre, tener una compañía. Desde la pareja hasta, digamos, una mascota. Un perrito y para salir a caminar y trotar. Un gatito con el que se juegue en el pasto del parque del barrio.
Y es que la soledad tanto interior como exterior significa un factor de riesgo, incluso, para atraer los achaques y las enfermedades en la sexta, séptima y octava década.
Ni se diga, por ejemplo, en el caso de las personas encerradas en casa. Ya se sabe, la advertencia de la canción ranchera, “aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión”.
CORREDORES: Dos. Todas las noches procurar dormir lo suficiente. Con el sueño, el cuerpo humano se retroalimenta. Y salvo achaques suele despertarse con ánimo de seguir empujando la carreta, aunque la carreta esté destartalada.
Los médicos precisan que durmiendo bien una persona amplía el tiempo de vida. Según ellos, se viven cinco años más. O más.
BALCONES: La otra consideración para una longevidad digna es tomar conciencia total y absoluta de que los peores accidentes de la vida son los caseros.
Un resbalón. Una caída por las escaleras del primer piso a la planta baja. Un guamazo en una pared. Un paso en falso en el baño. Caerse de la cama. Y más, si la persona duerme sola y la pareja en otra recámara.
Entonces, procurar vivir en la vejez con mucho, muchísimo cuidado.
Y si es posible, teniendo de compañía a una trabajadora doméstica. Un familiar. Una hija. Una nieta. Una comadrita. Una amiga. Una vecina.
Además, claro, de una rutina médica para que el doctor lleve la bitácora de los achaques y en forma y tiempo la información a la familia de la gente de la sexta, séptima y octava década.
PASILLOS: A todas luces se trata de medidas simples y sencillas. Pero por desventura, suelen pasarse por alto.
Entonces, con enorme cuidado y delicadeza y finura, nada como una familia pendiente.
Más, porque (y como se sabe) todo está dicho, pero como pocos, excepcionales, escuchan y actúan, la conseja médica necesita repetirse.
Digamos, como el anuncio del refresco de cola inundando la vida y el paisaje y el anuncio televisivo por todos lados. (lv)