La mayoría, perritos callejeros a los que ofreció un hogar.
En momento estelar, Fidel Herrera Beltrán, como gobernador, le obsequió un terreno para construir un albergue.
Ella solía organizar el evento conocido como “El Perrotón” para recaudar croquetas.
Se llamaba Norma Cortina.

DOS. El zoológico de Salma Hayek

Insólita la vocación animalista. Por lo general, la más común (quizá por ser la más frecuente) por los perritos y gatitos.
Claro, en la vida glamorosa hay mujeres prefiriendo tener en el zoológico particular un hipopótamo como Demi Moore en el filme “Una propuesta indecorosa” con el galanazo Robert Redford.
La versión que en París, Salma Hayek vive en un castillo y en donde tiene un zoológico.
Sus famosas fotos con un chimpancé en el hombro cuando filmó la vida de la pintora Frida Kahlo, quien solía encaramarse un monito.
El zoológico de los ricos y famosos…

TRES. 22 años con perritos

Pero otro hecho, circunstancia, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia la vida de la señora Norma Cortina, de limitados recursos, pero entregando sus días y noches y durante veintidós años a los perritos.
Impactante la foto donde carga un perrito en la mano y que le besa mientras otro perrito se acomoda en su espalda y la abraza.
Los perritos con unos corazones llenos de gratitud.
Incluso, en los últimos años la señora Norma andaba en silla de ruedas y así, con los achaques y enfermedades, solía continuar su vocación animalista.
En su Asociación Protectora de Animales, conocida como La Roca, tenía cuatro colaboradores, quienes solían empujar la silla de ruedas.

CUATRO. Cien perritos envenenados

Ahora, la gran incógnita sobre el destino de los más de 300 perritos y una parte de gatitos.
Quizá otros animalistas podrían, digamos, lanzarse al operativo.
Acaso organizar “Perrotones” para donarlos.
En el siglo pasado, en la Ciudad de México, una señora animalista falleció y quien tenía apenas, apenitas, cien perritos encerrados en una recámara de su departamento y a los que por turnos sacaba a pasear en el parque de la esquina.
Y a su muerte, la autoridad del viejo Distrito Federal envenenó y mató a todos y los arrojó a hornos crematorios.

CINCO. La Isla de los Perros

En Alvarado, la Isla de los Perros está quedados a la deriva, sin comer ni tomar agua; unos animalistas salieron al quite y adoptaron.
En el caso, caray, son más de 300 animalitos.
Casi casi, para poblar a una comunidad toda.
Más porque los perritos también sienten y se duelen con la muerte de la jefa. Y entristecen y les entra la depresión.
La depresión que es, suele ser, indiferencia y apatía por la vida.
Una vida, incluso, vegetativa. (lv)