Ha sido corresponsal de “El País” en la mitad del mundo, entre ellos, con sede en México y cubriendo América Latina.
En la toma de posesión el fin de semana anterior tomó la palabra y enmarcó par de ejes centrales del periodismo.
El primero, el buen reportero ha de “desconfiar de las versiones oficiales e interesadas”.
Y la segunda, el buen reportero ha de “hablar con las dos partes del conflicto” y que como se sabe, siempre existen.
Y, claro, confrontadas entre sí.

DOS. Certeza y pluralidad

También habló de la búsqueda incesante de la verdad y la certeza y la pluralidad.
Pero…, el par de frases, ideales, principios, convicciones, que le han caracterizado fueron centradas en las características de un trabajador de la información en los rincones del mundo en más de doscientas naciones.
Llama la atención, por ejemplo, su tesis de que el reportero ha de “desconfiar de las versiones oficiales e interesadas”.
De entrada, de las tribus políticas manipulando los hechos para crear una imagen a semejanza.
Y para arroparse incienso a sí mismo, como decía la soprano María Callas en las horas adversas, “necesito que me halaguen”.

TRES. Dudar de los voceros

Nada, pues, de confiar en los boletines de prensa. Tampoco en las declaraciones de un político y un funcionario público.
Menos, mucho menos, confiar en los jefes de prensa cuya tarea básica (casi casi única) está en crear y recrear una imagen de Estadista de su jefe el político encaramado en el peldaño más elevado del poder.
Siempre, siempre, siempre, entonces, desconfiar.
El día cuando el tundeteclas cree en la palabra oficial y así teclea está perdido.
A menos, claro, de formar parte del Cartel Mediático y extendiendo la mano cada mes por el mendrugo oficial.
El mendrugo que sale del erario pues ni modo que el político y/o el vocero lo pongan de sus bolsillos.

CUATRO. Hurgar debajo de las piedras

Dudar, entonces, de la palabra y el discurso y las declaraciones de los políticos significa el verbo que un reportero ha de conjugar en el tiempo presente, pasado y futuro.
Así le reprochen que es una persona incrédula. Agnóstica. Opositora. Al servicio de los enemigos y adversarios.
Incluso, así le instrumenten una feroz cacería de descrédito en la prensa adversaria.
Y hasta lo excluyan de las ruedas de prensa y de la lista del envío de boletines.
Famosa aquella sentencia de que el periodista ha de buscar los hechos hasta debajo de las piedras.

CINCO. Políticos siempre mienten

Y desde luego, y en nombre, digamos, de la pluralidad, “hablar con las dos partes del conflicto”.
Y antes, mucho antes de teclear, pensar y cavilar lo necesario y suficiente para escombrar la verdad de los sucesos.
Y si la cita de la otra parte del conflicto vale la pena será incluida.
En todo caso, citada como referencia.
La realidad universal es que los políticos siempre mienten.
Y si no les ha crecido la nariz como a Pinocho es porque el Ser Superior es magnánimo. (lv)