Por eso, son más importantes los días y noches cuando el sábado y domingo en cada pueblo los amigos tomaban choco milk en la refresquería del parque popular a cargo de las hermanas Cerón.
Y cenaban mondonguito en la fonda de la familia Solís. Y con mucha cebollita y juguito de limón.

PASAMANOS: Y cuando, además, los chicos soñaban con los equipos de básquet de nombre Argos y Zigzag.
Y hasta declamaban poemas de Salvador Díaz Mirón y Amado Nervo en las noches de serenata en el parque.
Y cuando podían se iban al cine Soledad, tan destartalado que estaba porque era de madera vieja y apolillada, y el temor de que pronto, ¡zas!, las tablas se desquebrajaran. Y todos al vacío.

CORREDORES: Entonces, los amigos platicaban de todo y de nada. Y sabían que la vida era bella.
Pero de un tiempo a la fecha, hará unos quince años, Javier Duarte “en la plenitud del pinche poder” como góber precioso, todo se jodió.
Y lo peor entre lo peor, y como si, en efecto, nada pasara (la famosa cantaleta duartiana), las tribus políticas en el poder sexenal continúan vendiendo esperanzas guinda y marrón.
Que “vamos a exterminar la violencia. Que vamos a detener a todos los delincuentes.
Que “en materia de seguridad vamos bien, muy bien”. Que “el índice de inseguridad ha bajado mucho, muchísimo”.
Claro, claro, claro, y desde el poder la vida siempre, siempre, siempre es y será bella.
Pecado mortal dudar, cuestionar, evidenciar.

BALCONES: En la silla embrujada del palacio es fácil decir “el pueblo está conmigo”.
Más fácil “cortarse las vestiduras en nombre de la patria” y con el discurso y la declaración mediática anunciando el bello día de la paz pública.
También es fácil exclamar con fascinación y sin un rictus en la cara “soy más jarocha que ‘La Bamba’” con todo y que “para bailar ‘La bamba’ se necesita un poquito de gracia y otras cositas” y que, caray, ni Yuri ni Adriana Fonseca, las dos reinas del carnaval en par de ocasiones, han podido lograr el pasito coqueto y gracia del himno nacional de la ciudad jarocha.

PASILLOS: Sólo resta, entonces, soñar con la mañana hermosa del viejito del barrio para aproximarse al mayor número de momentos estelares de felicidad y dicha y que según su experiencia está integrado del siguiente modo:
En una mañana, por ejemplo, escuchar una media hora las sonatas de Amadeus Mozart.
Después, media hora leyendo poemas de Ernesto Cardenal, quien en Solentiname creó y creó su paraíso terrenal.
Luego, media hora mirando y admirando un filme cinematográfico a gusto y con el actor preferido.
De inmediato, media hora caminando y trotando en el parque de la esquina para lograr, entre otros, la circulación efectiva de la sangre.
Es decir, par de horas cada día para seguir empujando la carreta de tal modo que la carreta esté llena de miel en lugar de bilis social. (lv)