El trío se repartía el pueblo… Una semana, en el parque… Otra semana, en la cancha de básquetbol… Los tres, en la escuela, más allá del portón que separaba las aulas de la calle…

ROMPEOLAS: En cada temporada, las nieves se volvían una rebatinga… Más, porque Javier, Salomón y Ari solían fiar… Y más, cuando estaba probado y comprobado que el niño cliente les pagaba puntual, puntualito, cada viernes… Y lo que significaba mantener el crédito abierto… Desde luego, cada uno tenía su sazón… Y ni a quién irle… Con todo y las feroces competencias por los sabores entre los alumnos de primaria…

ARRECIFES: Los tres barquilleros eran casados… Y con hijos… Y la venta de nieve les alcanzaba para garantizar el itacate y la despensa en la casa… Y para comprar la ropita para los hijos… Y enfrentar con dignidad las urgencias de salud, por ejemplo… Don Javier tenía una hija preciosa de doce años… Y era suertudo el novio compañero del salón de clases… “Mi novia es la hija del barquillero” solía exclamar y que entre la tropa estudiantil significaba nieve gratis… Y si será posible, nieve para par de amigos cercanos… Tiempo existió cuando la directora de la primaria permitió al trío de barquilleros entrar al patio a la hora del recreo y facilitar la venta…

ESCOLLERAS: Día duro y rudo llegó cuando en el pueblo abrieron la sucursal de una paletería… Paletas de todos los sabores… Paletas mucho más sabrosas que los barquillos… Paletas baratas… Baratitas… Incluso, y en pacto con la directora de la escuela, un porcentaje de la venta diaria como prebenda para entrar al patio a la hora del recreo… Y el trío de barquilleros poco a poquito, pian pianito, fue descarrilando… Y a ellos únicamente quedó el parque y en las tardes… Y a veces, la cancha deportiva… Temporada sobrevino cuando simplemente fracasaron… Los tres buscaron chamba en otra ciudad, en otro pueblo… Y se llevaron a sus familias…

PLAZOLETA: Fue la misma historia de otros productos y servicios… Por ejemplo, los molinos de nixtamal… Cinco en el pueblo… Y de pronto, ¡zas!, llegó, digamos, la civilización con las famosas maquinitas para hacer tortillas… Y las amas de casa dejaron de poner todos los días el kilito de maíz en la estufa y la lumbre… Y de llevarlo en las mañanas al molino… Y de echar las tortillitas a mano pues en la maquiladora recibían el producto bien calientito y listo para comerse un taquito con sal… Pero, bueno, siempre queda vigente la nostalgia… (lv)