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Crónicas
Martes 03 junio, 2025

Soñador de una Iglesia inclusiva y universal

Mateos García América Shuguey de Guadalupe

Desde su comienzo en 2013, el papado de Francisco tuvo una misión: una iglesia más misericordiosa y universal. El liderazgo de Jorge Mario Bergoglio fue clave para brindar una imagen renovada del catolicismo tanto para los creyentes, como para los que no se reconocían como adeptos a estas creencias.
El 21 de abril de 2025, a 12 años de su elección, Jorge Bergoglio fallece, dejando un legado como un líder de carisma e intenciones humanitarias. Fue el primer jesuita que gobernaba la Catedral de San Pedro, el primer latinoamericano en ocupar este puesto y el eminente cabecilla de una nueva apertura para una institución con siglos de historia.
Además de su desempeño como líder religioso, el papa es jefe de un estado con 0.49 kilómetros cuadrados. El Vaticano, además de ser un territorio autónomo, es la cara de toda una nación de creyentes.

Tal como decía Nicolás Maquiavelo en su destacada obra El Príncipe, un líder político debe adaptarse a las necesidades de su pueblo y hacerse querer por sus gobernados. Su discurso, como el del pontífice, debe ir orientado hacia el mantenimiento de su imagen pública. El papado de Francisco se caracterizó por su capacidad de hablar con claridad ante cuestiones sociales complicadas con una sonrisa franca. Su carisma político moderniza la imagen pública del catolicismo, trascendiendo entre culturas, creencias y generaciones.

El pontífice elige la cercanía y una comunicación fresca que lo llevo a conectar con públicos aparentemente desvinculados del catolicismo. Personas víctimas de subordinación social, política y económica. Las minorías, aquellas que el sociólogo Louis Wirth define como todo grupo social que se encuentra en desventaja, frente al resto de la comunidad.

Tan pronto como, se convierte en sumo pontífice, Jorge Bergoglio muestra su apoyo a las diversidades sexuales y de género. Como en el 2013, al proclamar su histórica frase: "¿Quién soy yo para juzgar?" al referirse a los homosexuales. Fue todo un acontecimiento en una iglesia históricamente hostil para la comunidad LGBTIQ+.

Tras las comparaciones de su antecesor, el Papa Benedicto XVI, del matrimonio gay con el “anticristo” y definirlo como “una deformación de la conciencia”.

¿Por qué un líder religioso destacaría por una imagen de escucha y de apertura universal? Para renovar la opinión pública de la iglesia católica y, a su vez, sembrar procesos de cambio. Un claro ejemplo fue en 2023, cuando en el documental “Amén. Francisco responde” de Disney +, el pontífice participó activamente en una conversación con 10 jóvenes acerca de temas contemporáneos. Donde estipula su compromiso de inclusión de las diversidades sexuales en la iglesia.

Y esa apertura también queda expuesta con la inclusión de las mujeres en el Vaticano. Un terreno que durante siglos había sido exclusivo de hombres, cardenales y obispos, requería la integración de las mujeres en los espacios de decisión. Desde 2021, rompiendo con una mentalidad longeva, las mujeres pueden acceder a los ministerios laicales. Reformando el Código de Derecho Canónico de 1983 que pecaba de exclusión, al solo permitir hombres en estos puestos.

La filosofía del papa es clara. En su iglesia todos tienen un lugar, ya sean hombres o mujeres. El nombramiento de sor Raffaella Petrini como presidenta de Gobernación del Vaticano en febrero de 2025 es un ejemplo de los avances en esta materia. Siendo la primera vez que una mujer ocupa un puesto directivo de tal magnitud en la estructura vaticana.

Y en el templo del papa, los inmigrantes también cuentan con un asiento. En un contexto global donde el racismo, la xenofobia y las políticas de exclusión resurgen con fuerza, Francisco se propuso empujar a la Iglesia hacia una auténtica apertura universal. Lo dejó claro en 2017, en Foro Internacional sobre Migraciones y Paz, donde su condensó su visión en cuatro acciones fundamentales: acoger, proteger, promover e integrar a la población.

Esa misma convicción está en su carta de febrero de 2025, donde denuncia la criminalización de los migrantes y las políticas de deportaciones masivas en Estados Unidos promovidas por Donald Trump. Para el pontífice, levantar muros equivale a traicionar no solo el Evangelio, sino la dignidad de toda la humanidad que la Iglesia debía custodiar.

Muchos lo proclaman como un revolucionario, o como un progresista. Hasta los más conservadores lo señalan como liberal. A pesar de su enfoque humanista, Francisco no fue un revolucionario radical. No desmanteló la Iglesia patriarcal. En agosto de 2024 seguía considerando el aborto como un “homicidio” y llamó al personal médico que lo realiza como “sicarios”. Su revolución fue, en muchos sentidos, contenida, limitada por los muros centenarios e ideológicos de la institución que lideraba.

Más bien, el papa Francisco fue un soñador. Un dirigente religioso y político abierto al reconocimiento de los derechos humanos. Trayendo a la mesa de las familias sus reflexiones y aceptación hacia las minorías, que antes habían sido, en el mejor de los casos, ignoradas por el clero.

No planeaba modificar la iglesia desde sus cimientos (porque estuvo muy lejos de eso), sino que encauso a una generación alejada de la fe, a que sea creíble y deseable regirse por el catolicismo. Por ello, la adaptación de su ideología a las necesidades del mundo actual. Logrando el aumento de la población católica a nivel mundial del 1,15% de 2022 a 2023, según datos del Anuario Estadístico de la Iglesia de la Secretaría del Estado vaticano.

Francisco proyectaba una Iglesia más universal, humana y abierta. Pero entre ensoñaciones, los cimientos de una institución no pueden ser reformados. Su revolución se queda en un discurso alcanza la profundidad requerida. Aun así, su apertura tiene un valor que trasciende su humildad: abrió caminos que otros, en un futuro, puedan recorrer hasta el final.


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