Y sus piernas carnosas, largas y bien formadas.
A veces, pasaba a una tienda, café y bar y compraba una cajetilla de cigarros para su señora madre.
Y los guardaba en la bolsa donde llevaba el traje de baño.
Y salía silbando una melodía.

DOS. Visión hipnótica

Una tarde lo vieron, miraron y admiraron pasar dos hombres.
Y quedaron atónitos y perplejos con su caminar.
Uno de ellos, el compositor Vinicios de Moraes. Y el otro, el músico António Carlos Jobim.
Y entre ambos, seducidos por aquella visión hipnótica, compusieron la canción “La chica de Ipanema”.
La chica “llena de gracia/ con su bamboleo/ camino al mar”.
Una canción brasileña de bossa nova y jazz.
En la década de los 60, la canción fue exitosa en todos los rincones del planeta.
Y todas chicas del mundo de 17 a 20 años se soñaban y miraban como la chica de Ipanema.
Quizá deseosas de comprar cigarrillos para mamá en un café donde estuvieran un compositor y un músico.

TRES. A la altura de Yesterday

“La chica de Ipanema” se convirtió en la segunda canción más escuchada y cantada en los cinco continentes.
Incluso, fue declarada la segunda pieza musical más cantada luego de Yesterday, de Los Beatles.
En un solo día y en muchos días llegaban a contarse cuarenta mil interpretaciones.
La chica de Ipanema se llama Heló Pinheiro.
Y es blanca. Blanca. Blanca. Y tiene una sonrisa tamaño sandía, incluso, más grande y hermosa que la sandía dibujada por el muralista Diego Rivera.

CUATRO. Modelo y artista

La musa de la canción se convirtió, primero, en modelo.
Después, en artista.
Luego, puso una tienda de ropa.
Y de comprar cigarritos para mamá trascendió en el mundo y cotizada por las casas de moda para la pasarela.
La dicha inmensa y la suerte, claro, de que dos artistas de la composición musical la vieron pasar y quedaron admirados con su contrafachada mirando y admirando su bamboleo.
Digamos, como suelen caminar y con naturalidad y dulzura las mujeres de color.
Caderas que rara, extraordinaria ocasión suelen tener las mujeres con piel blanca.
Una gracia sobrenatural con que son engendradas y traídas al mundo.

CINCO. Mirar su foto en Internet

Bastaría recordar, por ejemplo, que Elvis Presley escaló el peldaño artístico más elevado cuando estudió y copió la música y el canto de los artistas de color en los barrios negros de Estados Unidos.
Y cuando, incluso, solía permanecer entre ellos aprendiendo, primero, a cantar y tocar, y segundo, moviendo las caderas con la misma gracia y bamboleo de los artistas de color.
Y de los ciudadanos comunes y sencillos de color en los bailongos lugareños.
Una delicia escuchar cuantas veces sea posible “La chica de Ipanema” y mirando su foto en Internet. (lv)