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Martes 20 mayo, 2025

Comedores Estudiantiles

1 (Alumnos mal comidos en universidades)

Fue en el siglo pasado. Gonzalo Morgado Huesca era líder del CEEFUV, Consejo de Facultades de la Universidad Veracruzana, UV. Estudiaba la licenciatura como Contador Público y Auditor.
Entonces tuvo la genial ideal de crear y recrear Comedores Estudiantiles en los campus de la UV.
Digamos, para mejorar la alimentación de los alumnos, la mayoría, hijos de indígenas, campesinos y obreros.

Uno de los comedores en la ciudad jarocha.
Una romería en las mañanas, al mediodía y en la cena.
Un alumno era Juan Zanoni de la Garza, estudiante en la facultad de Periodismo.
Por equis razón, una cocinera hizo cortocircuito con Zanoni y le daba de comer hasta el último, con todo y que era uno de los primeros en llegar.
Y por más gestiones nunca Zanoni logró un cambio en la cocinera. Además, jefa de las cocineras.
En venganza, Zanoni escribió una novela. “La gorda debe morir” la intituló. La imprimió en mimeógrafo y la repartió entre los compañeros.
Zanoni, claro, fue expulsado de los Comedores Estudiantiles.
Ahora, el rector de la UV, sociólogo Martín Aguilar Sánchez, ha inaugurado el primer Comedor Estudiantil en un campus del centro de Veracruz.
Y en la UNAM, la máxima casa de estudios, también anda en la misma onda de los Comedores Estudiantiles.
Ya se sabe, la mala, pésima, dura y ruda alimentación de los estudiantiles.
Puestos callejeros.
Tortas. Tacos. Pastas. Antojitos. Papitas. Dulces.
Sandwiches. Molletes. Hamburguesas. Hot Dogs. Sopitas instantáneas. Pizzas.
Etecé. Etecé.
Más considerando que tanto en la UNAM como en la UV, por ejemplo, los alumnos son obligados a permanecer en las facultades durante diez horas seguiditas pues los horarios de clases únicamente favorecen (y a modo) a los profesores.
Los profesores, quienes, por cierto, tienen otras chambas y acomodan sus clases de acuerdo, digamos, con sus tiempos muertos.
Claro, gran conquista sindical con la anuencia de los rectores.
Bastaría referir que únicamente en la UAM de la Ciudad de México los puestos callejeros y fonditas y anexos y conexos venden mil doscientos desayunos y dos mil comidas cada día.
Ultra contra súper negociazo.
La fiebre por la salud biológica de los chicos convertida en una obsesión (ajá) por la secretaría de Educación Pública, SEP, de combatir la comida chatarra.
Con todo y que “por abajo del agua”, el secretario Mario Delgado negociaba y/o negocia con los lobistas de las comidas chatarras para “bajar una raya” a su campañita.
En el fondo (ya se sabe), la demagogia pura.
Decenas, muchas decenas, de años, los negocitos de los puestos callejeros y fondas alrededor de las universidades tanto públicas como privadas.
Más, claro, públicas, donde se concentra el grueso de la población estudiantil, hijos, sobre todo, de campesinos y obreros y clase media baja y media media.
Una tarea inacabable.
Proeza titánica.

2 (Prófugos de la miseria y la pobreza)

¡Ay, el sueño de la igualdad económica, social, educativa, de salud, seguridad y justicia!
¡Y desarrollo humano en un país donde domina el racismo!
Desde antes de la Biblia, estudiantes pobres en la nación de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Francisco I. Madero.
Chicos en la prepa y la universidad llenando el estómago y acallando los gritos de las tripas con tacos y tortas.
Tacos y tortas para alcanzar la lucidez de las neuronas en el salón de clases y de cara, como se afirmaba, “al porvenir”.
Treinta millones de mexicanos en Estados Unidos como migrantes.
Huyendo todos del desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y miserables y sin las prestaciones de ley.
Durante unos veinte años cargando la mochila escolar al hombro soñando con el advenimiento de un bello y hermoso día con un trabajo digno y pagado con justicia laboral.
¡Ay, los comedores estudiantiles!
¡Ay, la comidita chatarra!
¡Ay, el montón de puestos callejeros alrededor de las escuelas!
¡Ay, la vida estudiantil en la primaria y la secundaria cargando un sándwich en la mochila!

3 (Rectores… culpables)

En el siglo pasado, en la Universidad Veracruzana, por ejemplo, dos turnos escolares.
Uno, de las siete de la mañana a la dos de la tarde.
Y el otro, de las 3 de la tarde a las diez de la noche.
Entonces, el paraíso terrenal para los estudiantes.
Primero, porque los del turno matutino podían llegar desayunados al salón de clases y regresaban a comer en casa
Y segundo, los del turno vespertino llegan comidos al mediodía y regresaban a casa para cenar.
Además, todos podían trabajar y ganarse unos centavos para auxiliar en el itacate y la despensa en casa.
Pero llegó el doctor Víctor Arredondo Álvarez y acabó con la dicha y el festín.
En nombre de su programa pedagógico de hecho y derecho obligó a los alumnos a permanecer hasta diez horas diarias en las facultades con horarios alternados y a conveniencia de los señores académicos.
Y desde entonces, el infierno.
El pinche infierno.
Por eso, la proliferación de tantos puestos callejeros y fondas y fonditas alrededor de las escuelas.
Y, claro, la comidita chatarra.
Igual, igualito, sucedió en el resto del país con el famosito programa llamado MEIF.
Algo así como Modelo de Educación Flexible.
En todo caso, ¿flexible?… ¿Para quiénes?
Simplemente, para los profes.
Volver al modelo anterior significaría ultra contra súper manotazo y de lujo del rector Martín Aguilar Sánchez.
Claro, desafiando a los señores del sindicato. (lv)


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