Digamos, como la famosa canción mexicana millones de veces cantada en la ventana y/o el balcón de la persona amada: “Gorda… Gorda de mi vida”.
En todo caso, la vida como es:
Personas delgadas y personas robustas.
Personas flacas y personas excesivas de peso.
Pobres y ricos.
Mujeres bonitas y guapas y hermosas. Y hombres feos.
Mujeres blancas y hombres con la piel oscura. Muy oscura.
Mujeres con un buen fario. Hombres con pésimo karma.
La escritora es robusta. Y luego de tantos años pasados en el infierno, entre otros hechos y cositas, por el famoso bulliyng, tal es, ha sido, su conclusión.
Y, bueno, está canijo, palabras mayores, que “la sociedad cambie”.
En el siglo catorce, Hernán Cortés desembarcó en las playas de Chalchihuecan con ejército de malandros para conquistar la vieja Tenochtitlán.
Y cuando llegaron a Cardel se toparon con el Cacique Gordo de Cempoala y quien tenía cincuenta efebos a sus órdenes sexuales y era gordo, gordo, gordo.
Y enaltecido en el poema “El cántaro rojo” de Octavio Paz Lozano, Nobel de Literatura.
Entonces, los soldados de Hernán Cortés se pitorrearon.
Pero el Cacique se mantuvo firme, inalterable, dueño del día y de la noche con su poderío económico y social y político.
La naturaleza humana es así.
Digamos, el mundo partido en dos.
Gordos y flacos.
Por eso, y entre otros, la feroz campañita de la secretaría de Educación Pública, combatiendo la comidita chatarra en las escuelas debido a tantos niños excedidos de peso, robustos, robustitos.
Caray, cuando por algún misterio de la naturaleza biológica, los gorditos son, suelen ser, gente con un extraordinario sentido del humor.
Con inteligencia incandescente que a todas las cosas encuentran el lado humorístico.
La sonrisa fácil.
La alegría de vivir.
Además, las mujeres robustas abriéndose paso en la pasarela mundial de la moda.
Todavía más, en el cine y los cortometrajes y las obras teatrales.
Más aún, en los anuncios publicitarios donde cada vez las mujeres bien dotadas en carnes son preferidas.
Digamos, como si en efecto “la sociedad estuviera cambiando”.
A tono, por ejemplo, con la liberación femenina.
Los legítimos derechos de todos los seres humanos.
Además, caray, está probado y comprobado que la gordura es genética.
Se hereda.
Claro, en el camino cada uno le va añadiendo peso, por ejemplo, con una vida sedentaria y sin ejercitarse cada día en el bulevar, el malecón del paseo, el estadio deportivo, la cancha rústica y el parquecito del barrio.
En el fondo, el profundo, inalterable respeto a la condición humana. (lv)