Era demócrata
**Nunca fue humilde
**Caso Francisco I. Madero
ESCALERAS: Francisco I. Madero es, será, el apóstol de la democracia.
El presidente mártir. De hecho y derecho, el genocidio.
El político hacendado que derrocó a Porfirio Díaz Mori en las urnas acabando con el Porfiriato, 34 (treinta y años) seguiditos en el poder público.
Pero Madero nunca fue un político humilde.
Humilde, digamos, como sueña la presidenta Claudia Sheinbaum de los Morenacos.
Se ignora si en la vida personal y política habrá sido soberbio. Engreído. Petulante.
Pero humilde… nunca.
PASAMANOS: Por ejemplo:
Su señora madre le advirtió que el general Victoriano Huerta era un traidor.
Y nunca la escuchó ni hizo caso.
Su hermano Gustavo le documentó la traición de Victoriano Huerta conspirando con Félix Díaz, el sobrino de Porfirio Díaz, y el embajador de Estados Unidos en México, para derrocarlo.
Y lo menospreció.
Por ejemplo:
Con dinero público financió el periódico “Nueva Era” a su hermano Gustavo haciendo a un lado “la honestidad valiente y la purificación moral”.
Por ejemplo, impuso como ministro de Hacienda a un tío… para manejar el erario y su destino social en obra pública.
CORREDORES: Por ejemplo, lleno de soberbia y basado en chismes y díceres encarceló a Pancho Villa en prisión en la ciudad de México y desde donde el Centauro del Norte huyera.
Y lo encarceló Madero escuchando las intrigas y las envidas de Victoriano Huerta.
Todo, porque en un baile popular, Villa le bajó a Huerta una chica de carnes sabrosas.
Por ejemplo, tanta soberbia en Madero que se lanzó de candidato presidencial únicamente porque en una sesión espiritista se le apareció Benito Juárez García y lo animó y reanimó para la campaña.
Incluso, Juárez hasta se le ofreció como coordinador general de la campaña electoral y a quien cada noche consultaba a través de los médiums para el paso del día siguiente.
BALCONES: Por ejemplo, en el primer acto público como presidente de la república, Francisco I. Madero, ordenó al Ministerio de Hacienda (su tío al frente) indemnizar (y bien, súper bien) a todos y
cada uno de los familiares del norte del país a quienes la revolución expropiara sus haciendas y latifundios.
Y expropiados, ni más ni menos, que por Pancho Villa, entre otros generales.
Y en aquel presidencialismo mexicano (tan fuerte y poderoso como lo dejara Porfirio Díaz) nadie chistó ni levantó la voz de inconformidad, oposición y protesta.
PASILLOS: Era Madero, cuentan los biógrafos, un político bien intencionado. Incapaz de pensar mal de los demás.
Pero de acuerdo con el viejito del barrio, una cosita es ser bueno, y otra, un millón, dos millones, tres millones de años luz, ser justo.
Y, claro, ser humilde.
Más cuando el jefe del Poder Ejecutivo federal (y estatales también) son dueños del día y de la noche y de los cargos públicos y del erario.
Y hasta sueñan con la santificación en el altar de la patria. (lv)