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Escenarios
Jueves 15 mayo, 2025

Maestros bíblicos

**Modelos conductuales
**Pocas sombras

UNO. Plaza pública

De la escuela secundaria a la universidad, los profesores memorables, citables, recordables y bíblicos fueron los siguientes:
Praxedis Lagunes Capistrán. Solía prestar los libros de su biblioteca a los alumnos interesados.

Luego, los seguía facilitando siempre y cuando el estudiante platicara con ella durante una hora sobre el contenido.
Digamos, como estrategia para determinar si lo había leído y leído bien.
Diódoro Cobo Peña. Después de cada clase abría una especie de plaza pública para dialogar y debatir con los alumnos. Con tema libre. Cada uno alentado por el maestro para la exposición. Y cada parte defendiendo argumentos como abogados en la barandilla judicial.

DOS. El Búho del aula

Reynaldo Maldonado Fuentes. Sabía mucho. Muchísimo sobre Ética, la materia impartida. Pero más, mucho más, su vida magisterial y profesional como litigante sujeta al mandato ético y moral. Dominaba el tema que los alumnos le endilgaron el sobrenombre de “El búho”, el animalito griego clásico de la sabiduría.
Hugo Cruz Valdés. Un joven abogado impartiendo Sociología. Otro sabio. Compartía tiempo y espacio trabajando en el gobierno federal. Incluso, respetado por sus conocimientos fue incorporado a una secretaría de Estado en la ciudad de México.

TRES. Del aula al periódico

Francisco Gutiérrez González. Era secretario de Redacción en “El Dictamen” y sus clases en la facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana las ampliaba en el periódico. Ofrecía un espacio a los jóvenes interesados en el oficio reporteril. Generoso y solidario. Con bajo perfil. Hablaba poco y hacía mucho.
Armando Correa Ghana. Cada quince días, la tertulia en su casa, casi casi a orillas del Golfo de México. Un festín. Pláticas intensas y abiertas, sin bozal, sobre los temas de la quincena. Y, claro, con unas botellitas de licor que cada uno llevaba al gusto, digamos, “para matarse solo”. En la madrugada cuando se escuchaba el ronroneo de los trabajadores de la Limpia Pública sonaba la hora de retirarse. Todos, en calidad de “bultos”.

CUATRO. Honesto a prueba de bomba

Don Alfonso Valencia Ríos. Una institución. Enseñó las primeras y las segundas y las terceras letras del periodismo. Ejercitaba la memoria al máximo. Nunca una grabadora en la mano. Jamás una libreta de taquigrafía. A veces, por ahí, anotaba números en una hojita simple y sencilla de papel revolución.
Un periodista honesto. Siempre, viviendo con modestia y austeridad. En sus orígenes, profesor de escuela primaria en comarca indígena.

CINCO. Soñar con una profe

Mujer bella, bonita, guapa, hermosa, interesante, atractiva, la maestra Bárbara Hebrard. Los alumnos asistíamos a sus clases, pero para mirarla y admirarla. Y soñar. Soñar, claro, con imposibles. Y que, bueno, caray, para eso sirven los sueños.
Los sacerdotes David Constantino García y José Benigno Zilly nunca fueron profesores en el aula.
Pero como dice el viejito del barrio, “profesores de la vida”.
Los dos, ministros de Dios. Los dos, con inteligencia incandescente. Los dos, rabiosamente polémicos. Los dos, soñando con el Hombre Ideal. El Eslabón Perdido de Diógenes con su famosa lámpara.
Sus palabras, enaltecidas con los hechos. La única estrategia, decían, para alcanzar la libertad. (lv)


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