Vivir soñando
**Veracruz pacífico
**Tengamos fe...
ESCALERAS: Algún día, algún día, algún día, quizá, en Veracruz podrá respirarse un aire respirable y vivir con tranquilidad y en paz.
Y por eso mismo, hemos de cobijarnos en la fe y la esperanza.
Con todo, incluso, que para unos expertos lo peor de la vida es abrigarse de esperanzas porque cuando sobreviene el desencanto se multiplica el tsunami de la frustración.
En todo caso se trata de una utopía.
Una utopía el amanecer cuando, por ejemplo, estemos convencidos de que hay suficientes empleos y empleos dignos y estables y cubiertos con justicia laboral para todos.
Y cuando los días y las noches dejen de ser torrenciales y huracanados.
PASAMANOS: Todo, cierto, está dicho. Pero como pocos, excepcionales, hacen caso, entonces, se repite la anécdota aquella de Napoleón Bonaparte.
Una noche, en París, estaba en el insomnio.
Entonces, hacia las dos, tres de la mañana, pidió a la escolta un automóvil y salió solo, solito, a circular en las calles y avenidas.
En una calle se topó con una mujer solitaria caminando de un extremo a otro de la banqueta.
Y se detuvo. “Mujer, ¿qué haces aquí?”.
Respuesta: “Aquí trabajo”.
“¿De qué trabajas?
“Soy prostituta. Y vivo de la esperanza. La esperanza de un cliente”.
Napoleón la invitó al coche y se fueron al hotel próximo para esperar juntos el nuevo día.
CORREDORES: Tengamos fe. Y esperanza. Y fe y esperanza “a prueba de bomba”.
Así, incluso, que como andan las cosas y los hechos en los cuatro puntos cardinales de Veracruz nada posibilite la esperanza de un Veracruz como paraíso terrenal.
Por ahí dicen que “vamos a exterminar el feminicidio”.
Que “el índice de inseguridad ha bajado muchísimo”.
Que “en materia de inseguridad vamos bien, muy bien”.
Que si hay violencia por ahí “son hechos aislados”.
Y, ni hablar, bien pueden considerarse como los anuncios de un Veracruz que pronto, pronto, pronto, antes del cántico del gallito bíblico, pudiera concitarse.
Con todo, por ejemplo, que en el Gólgota Jesucristo acuñó frase universal: “¡Padre mío!, ¿por qué me has abandonado?”.
BALCONES: Por favor, por favorcito, no perdamos la fe. Ni tampoco (claro, claro, claro), la esperanza.
Tengamos fe, por ejemplo, en que día llegará cuando los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros, huyan de Veracruz porque de pronto, otros territorios son más jugosos y productivos.
Además, si los millones de feligreses católicos y apostólicos se declararan en cadena de oración para el milagro correspondiente el milagro bien podría concitarse.
PASILLOS: Cierto, llevamos muchos años en la incertidumbre y la zozobra.
Mínimo, quince años seguiditos.
Y a primera vista, ninguna razón de peso y con peso existe, existiría, podría existir para soñar con la utopía de un Veracruz pacífico.
Y ni modo de resucitar al capitán Fernando Gutiérrez Barrios quien en los cuarenta días y cuarenta noches bíblicas exterminó a la famosa “Sonora Matancera”, los carteles de entonces.
Por lo pronto, quizá bastaría con aplicar la conseja popular de que “si no quieres ver fantasmas evita salir de noche”.
Y evita los antros. Y los bailongos. Y las cantinas. Y los congales. Y las mujeres prohibidas. Y las amistades peligrosas.
Y contestar WhatsApp de gente desconocida. Y de circular las fotos personales (y a cada rato) en las redes sociales.
Simplemente, digamos como parte de la fe y la esperanza, vivir con el más bajo perfil… y que las marquesinas y las pasarelas queden para los artistas y las tribus políticas tan necesitadas del incienso y el halago. (lv)