País de violencia
**Y de corrupción
**Y de mentira
**El país de la iglesia
ESCALERAS: La Arquidiócesis de Xalapa se llena de luz. Se mantiene optimista. Cree, digamos, en las tribus políticas. Hoy, Morenacas.
Y en comunicado oficial convoca a lo imposible. Digamos, la utopía. Aquella entelequia únicamente imaginada pero jamás aterrizada en los hechos y la realidad.
Una madrugada, Napoleón Bonaparte estaba en el insomnio en París. Entonces, pidió un automóvil y salió a las calles y avenidas a manejar. Solo.
En una calle se topó con una mujer. Caminando. Y se detuvo. Y le preguntó que hacía a esas deshoras de la madrugada.
“Aquí trabajo” contestó la mujer. “Soy prostituta”.
“Pero ya es muy tarde” reviró Napoleón. Y la mujer de alquiler le contestó:
“Estoy aquí porque vivo de la esperanza. La esperanza de un cliente”.
Y Napoleón la invitó a su coche.
PASAMANOS: La Arquidiócesis, por ejemplo, lanza la convocatoria (una vez más) por cosas esotéricas.
Una. Sacar adelante al país “tan sembrado de oscuridad.
Y tan sembrado de violencia.
Y de corrupción.
Y de mentira”.
Y de paso, recordando a los políticos que “gobernar siempre es servir” (Notiver, Noemí Valdez).
CORREDORES: El avisito y recordatorio parroquial bien pudo expresarse hace cien, doscientos, trescientos, cuatrocientos, quinientos años, etecé, etecé.
En 1810, por ejemplo, por las mismas razones el sacerdote Miguel Hidalgo convocó a los dieciséis feligreses de su capilla en Dolores, Guanajuato, para lanzarse a la guerra de Independencia.
También Hernán Cortés soñó camino a Tenochtitlán con destruir la corrupción.
Más, cuando todos y cada uno de los caciques indígenas desde Yucatán y pasando por Tabasco y Veracruz le obsequiaron veinte burritos cargados con oro y veinte doncellas, todas vírgenes, para su festín.
Y que únicamente despertaron la ambición desmedida y descarrilada para volverse, caray, profecía bíblica, igual de pillos con que Moctezuma, Cuitláhuac y Cuauhtémoc ejercían el poder.
BALCONES: La iglesia católica siempre ha ondeado la bandera de mundos inaccesibles.
Toda la vida, por ejemplo, diciendo que los políticos están para servir a los demás, a la población, a los ciudadanos de a pie y motorizados, a la gente en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y la migración a Estados Unidos.
Y para luchar contra la terrible y espantosa desigualdad económica y social.
Y en contraparte, durante más de setenta años, los priistas encaramados en el poder presidencial y en los estados encumbraron al país en el primer lugar mundial de la corrupción.
Simplemente, más de siete décadas, los ministros de Dios repitiendo el mismo discurso religioso en la homilía.
Y siete décadas en que nunca, jamás, jamás, jamás, las tribus priistas los escucharon como si fueran plegarias desoídas.
PASILLOS: La iglesia también puso en el palenque público y con motivo de la Semana Santa la convivencia solidaria, generosa y llena de misericordia con los demás.
En pocas palabras, el primer mandamiento de la Ley de Dios, “amaos los unos a los otros”.
El mandamiento, entre otros, expropiado por Andrés Manuel López Obrador durante seis años a la iglesia.
Incluso, hasta con margen para sentir y percibir que AMLO, el ex, lo utilizó con sentido retórico para distraer la atención de los pendientes sociales.
Y de igual modo, para posicionarse en las neuronas y los corazones y los hígados de los feligreses de la iglesia mostrándose como un católico ferviente en un país en su mayoría católico.
Las campanas de la iglesia sonaron y replicaron. Pero como dice el viejito del barrio, hay quienes escuchan y quienes desoyen. (lv)