La huella de exgobernadores
1 (Ni fu ni fa con Nahle)
Cuitláhuac García Jiménez dejó el sexenio con el rastro histórico del Rey de la Salsa y el Danzón.
Y por encumbrar a Veracruz en el primer lugar nacional en feminicidios, secuestros, extorsiones, fosas clandestinas e impunidad.
Javier Duarte, quien por ahora sigue viviendo en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, convirtió a Veracruz “en el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”.
Y con el pitorreo bíblico de su frase menospreciativa de que “aquí no pasa nada”.
Fidel Herrera Beltrán con el buen fario para caer bien con su inteligencia incandescente.
Miguel Alemán Velasco porque cuando el incendio en el mercado jarocho con la muerte de 29 (veintinueve) personas reveló filosofía política para explicar su ausencia:
“No soy bombero”.
Patricio Chirinos Calero entró a la historia sexenal porque durante los seis años la pasó en “Los Pinos” con su amigo el presidente, Carlos Salinas, de tal modo que Porfirio Muñoz Ledo le endilgó el apodo de “La ardilla”.
Dante Delgado Rannauro fue un gran parteaguas con su activismo con el programa salinista, Solidaridad, para construir obra pública fundamental en cada pueblo.
A Fernando Gutiérrez Barrios le fueron suficientes cuarenta días y cuarenta noches para apaciguar Veracruz acabando con los caciques y pistoleros y malandros.
Agustín Silvestre Acosta Lagunes dejó como herencia sexenal su “Sonora Matancera”, los carteles de la fecha.
Fernando López Arias deslumbró a Veracruz con su fama como Procurador General de la República con su cuaderno de doble raya, Adolfo López Mateos, tiempo cuando encerrara en el penal de Lecumberri a figuras destacadas de la disidencia.
Luis Mier y Terán se ganó la historia local “matando en caliente” a nueve jarochos sublevados a una reelección presidencial más de Porfirio Díaz Mori.
Teodoro A. Dehesa, diecinueve años en el palacio de Xalapa, dejó como herencia permitir la masacre de trescientos obreros textiles de Río Blanco ordenada por el dictador porfirista cuando los trabajadores se lanzaron a la huelga en contra de una empresa propiedad de un extranjero amigo de Díaz Mori.
Antonio López de Santa Anna, Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines, porque de gobernadores pasaron a presidentes de la república.
Cada jefe del Poder Ejecutivo estatal, entre 78 (setenta y ocho) que van con su testimonio imborrable de ejercer el poder y gobernar.
Cuatro meses y medio después, cuesta mucho, demasiado, enmarcar un eje rector con Nahle.
Ni se ve ni olfatea.
A menos, claro, enaltecer dieciocho semanas de fiesta en fiesta con las pachangas tradicionales en cada pueblo.
Y el viajecito a Madrid para jalar el turismo de España y Europa a Veracruz cuando está probado que la vocación turística del Estado jarocho gira alrededor de la jícama, las picadas, las gordas, las tortas y Camarena, el hotel en la playa.
Y las huelgas y los paros y las protestas de padres de familia en contra de la secretaría de Educación donde despacha la famosa comadrita.
Y, claro, el incienso tirado a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, igual, igualito, que durante los más de setenta años del priismo.
Se dirá que apenas, apenitas, han caminado cuatro meses y medio de la era Nahle y todavía cavilan un eje rector.
Pero, bueno, el niño necesita nueve meses de nacido para parecerse a la mamá, el papá y/o al lechero.
Por lo pronto, un cuarteto de funcionarios del Estado despedidos y cuatro políticos asesinados.
Y feminicidios, “a la orden del día” como en la era Cuitláhuac.
Ninguna visita a los pueblos indígenas de las ocho regiones étnicas y en donde viven un millón de paisanos.
Tampoco un acercamiento con los campesinos, dos millones de habitantes.
Ni con los obreros, tres millones de habitantes.
Y, bueno, así como están los hechos y las cosas en Veracruz, bastaría a Nahle ocuparse de un trío de tareas fundamentales para ganar el respeto ciudadano.
Uno:
Pacificar Veracruz.
Ta’cañón que además del desempleo, el subempleo, los salarios miserables y la migración a Estados Unidos, todavía hemos de soportar el tsunami de violencia.
Dos:
Animar y reanimar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas, obreras, suburbanas y urbanas, en el entendido de que el programado viaje de la secretaría de Desarrollo Económico a Berlín, en el otro extremo del mundo alemán, significa una vacilada.
Y, tres:
Alfabetizar, como ofreció, a las 550 (quinientos cincuenta) mil personas que no saben leer ni escribir.
Y facilitar la posibilidad al millón de paisanos con la escuela primaria inconclusa.
Y al otro millón con la secundaria incompleta.
Y a los 600 (seiscientos) mil con el Bachillerato a medias.
Los días y los meses cabalgan rápido en el carril público y sin resultados.
Y el día cuando las tribus políticas lo advierten el sexenio ya se fue… (lv)