No pueden. No han podido…
1 (Tsunami jarocho de violencia)
Sábado en la noche en el camino de Xalapa a Alto Lucero de Paquita la del barrio.
Tres chicos en el automóvil de un muchacho viajan a Alto Lucero.
Y a la altura del poblado Almolonga (tan famoso en el siglo pasado porque allí vivía el latifundista y cacique, Manuel Parra, con su banda de sicarios, “La mano negra”) se les apareció el diablo.
Luzbel llegó al lugar de los hechos con la pistola desenvainada.
Era acompañado por otros sicarios.
Y sin más, sin ton ni son, dispararon en contra del trío de muchachos.
El chico, Nelson de Jesús, 29 años, asesinado.
Su hermana, Wendy, de 23 años, herida.
Y la novia de Nelson (por lo pronto, ignorado el nombre y la edad) también herida.
El mecánico de Alto Lucero, amigo de Nelson, a quien había llamado, llegó a destiempo.
Pero pudo llevar el cuerpo de la novia, la más herida, al hospital.
Desde luego, la autoridad dirá que se trata de “hechos aislados”, muy aislados, en un “Veracruz de moda hasta en Europa” y en donde “el índice de inseguridad ha bajado mucho, muchísimo” como cacarea aquella creando y recreando su Veracruz maravilloso.
Nadie, absolutamente nadie, tiene la vida segura en medio del tsunami de violencia que ha ubicado a Veracruz en los primeros lugares nacionales en feminicidios, secuestros, desaparecidos, extorsiones y fosas clandestinas.
Y en uno de los primeros lugares nacionales en impunidad.
Simplemente, la autoridad, empantanada en el principio de Peter.
No pueden.
No han podido.
Sabrá el chamán si como los exgobernadores Javier Duarte, Miguel Ángel Yunes Linares y Cuitláhuac García Jiménez, en la era Nahle tampoco podrán.
Los días son polvorientos, huracanados, avasallantes.
Un secuestro, una desaparición, un homicidio se van acumulando en el día con día y noche con noche y el archivo de la secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía General se abruma.
Y cada asesinato hace olvidar en automático el anterior.
Y de pronto, la mitad de los funcionarios y la otra mitad en materia de seguridad están “hecho bolas, patas arriba”.
Ahora sólo falta que el dictamen oficial sobre el rafagueo en Almolonga, Alto Lucero, al trío de chicos, se diga que “andaban en malos pasos”.
Y tenían peores amistades.
Y traficaban drogas.
Y que el tiroteo fue un ajuste de cuentas.
Un cuento, un rollo, una patraña, demasiado manoseada.
2 (Resistencia civil, única posibilidad, quizá)
¿Qué hacer ante tanta violencia en Veracruz?
Una. Cruzar los brazos y resignarse.
Dos. Rezar al Ser Superior y declararse en cadena de oraciones.
Tres. Organizar a los ciudadanos de a pie y motorizados y con víctimas familiares por el secuestro, desaparición, feminicidio, asesinatos y fosas clandestinas para gran protesta y sistemática en contra del gobierno del Estado.
Cuatro. Contratar a guaruras personales y familiares (y ojalá el sueldito alcanzara)
Cinco. Aprender a disparar y rafaguear y comprarse una pistolita, un rifle, unas bombas molotov.
Seis. Lanzar feroz bombardeo mediático, más que en la prensa de Veracruz, en la prensa nacional e internacional.
Siete. Promover la protesta social a través de desplegados y cartas a las ongs de México y del continente lanzando un SOS.
Ocho. Participar en plantones en el zócalo ante palacio nacional en la ciudad de México al lado de otros, miles, de ciudadanos y ONG y Colectivos molestos, irritados y encabritados por el estado de la inseguridad en el país y en Veracruz, por añadidura.
Nueve. Declararse el mayor número de ciudadanos en huelga de hambre en la escalinata de la Catedral de Xalapa y ante el palacio de Nahle.
Diez. Bloquear carreteras estatales y federales y caminos de terracería al mismo tiempo en un operativo calculado y frío durante un tiempo determinado y procurando la fluidez vehicular para evitar la reacción policiaca.
Once. Plantones constantes y sonantes ante los palacios municipales como parte de una insurgencia social sin paralelo en las doscientas doce demarcaciones.
Doce. Convencer a la clientela de fondas, restaurantes, cantinas, bares, discotecas y antros de una huelga insólita para abstenerse del consumo y de tal convivencia social durante un tiempecito.
Trece. El milagro social de uno que otro diputado local y federal para ocuparse en el palenque público de la incertidumbre y la zozobra en los cuatro puntos cardinales de Veracruz, y quienes, y por desventura, son, han sido, serán, desdeñosos. Y, claro, para llevar “la fiesta en paz” con Nahle.
Catorce. La mirada de la prensa, hablada y digital, sobre el oleaje de violencia descarrilada cobrando más y más víctimas. Basta referir que en la entidad jarocha existen 46 (cuarenta y seis)
Colectivos integrados con padres con hijos y parientes secuestrados y desaparecidos. Y quienes en cada amanecer siguen rastreando pistas y revolcando la tierra buscando los restos de los suyos. (lv)