Utopía jarocha
**Purificación moral
**Cloaca destapada
ESCALERAS: La llamada “honestidad valiente y purificación moral” del obradorismo (unos le denominan Obradorato) significa una especie de utopía en Veracruz.
Incluso, tan mal parecieran andar las cosas y los hechos que desde adentro del aparato gubernamental han pulido y vuelto a pulir la guillotina, quizá, para “cortar por lo sano”.
Por ejemplo: Hacia el mes de marzo del año que camino cesados o separados del cargo siete agentes de Tránsito.
Unos, porque les demostraron un video en las redes sociales extorsionando a un conductor. Fue en Naranjos.
Otros, por “pasarse de listos” justificando con documentación falsa incapacidad médica.
Otros, por ausentarse del servicio durante tres días seguiditos y sin justificación alguna.
PASAMANOS: En la secretaría de Salud, tres subdirectores fueron despedidos por descubrir y querer denunciar anomalías en la dependencia.
En el caso, las pistas llevan al director de Administración, Eduardo Sisniega.
Incluso, anomalías detectadas por la Auditoría Superior de la Federación en la Cuenta Pública del año 2023.
Y de ñapa, la caída del militante del Partido Verde, aliado de MORENA, como aspirante a la candidatura a la alcaldía de Tempoal cuando tiene antecedentes de pederastia en su tiempo como diputado federal del PRD con un niño de doce años y ambos descubiertos en un motel.
CORREDORES: En el siglo pasado, en el fervor priista, el cacique de San Luis Potosí aseguraba que “la mora es un árbol que da moras”.
Tiempo existió cuando los jefes políticos idearon crear y crear códigos de ética y moral para purificar la administración pública.
Y airearla cuando el partido tricolor encumbró a México en el primer lugar mundial de corrupción política.
Y cuando una encuesta de Latinobarómetro detectó que en el sótano de la inmoralidad están los políticos, los policías y los reporteros.
BALCONES: La fama pública de los Agentes de Tránsito a quienes desde el siglo pasado (quizá desde antes) conocían como “los mordelones”.
Y a la par, la fama de que parte de “las mordidas” a los agentes de Tránsito escalaban peldaños del poder público hasta llegar arriba. “Muy arriba”. Es decir, a los jefazos.
Una fama pública, por cierto, extendida a los elementos policiacos y a quienes los ciudadanos de a pie y motorizados tiene mucho más miedo que a un ladronzuelo.
Y es que el ratero asalta, despoja, y huye.
Y el policía esquilma, madrea, detiene, lleva a la barandilla y se declara víctima de ofensas, agravios y humillaciones.
Y la autoridad, caray, creyendo en ellos. (lv)