¡Líbranos, Señor!...
**De los chismosos
**Un lugar en el infierno
EMBARCADERO: Está probado y comprobado: entre una de las peores cosas y hechos está la gente chismosa... Aquella que para vivir y gozar y alcanzar la dicha y la felicidad necesitan, primero, contar cositas que saben y les cuentan a su vez... Y segundo, inflar los datos para causar impacto... Incluso, y más allá del deporte de la especulación, el favorito número uno de cara al Golfo de México... Mejor dicho, de cara a todos los mares del mundo, pues por alguna razón.
misteriosa el mar influye de manera decisiva en el chismerío…
ROMPEOLAS: Hay personas, por ejemplo, que suelen reunirse hasta tres y cuatro horas en el desayunito… Y luego de saludarse con efusión y preguntarse cómo están, a intercambiarse los últimos chismes familiares y vecinales y grupales y de amigos y conocidos… Incluso, hasta leyendo las columnas periodísticas de sociales para agarrar pistas y tips… Es más luego de despedirse, apenas, apenitas van llegando a casa les arden los dedos para enviar WhatsApp a las amigas con nuevos chismes… Y, bueno, así como hay Alcohólicos Anónimos, bien podrían formarse una secta de Chismosos Anónimos… La lengua (ya se sabe) no tiene huesos y ningún riesgo de fracturarse con chismitos newspaper…
ARRECIFES: En aquel tiempo del “pinche poder”, Fidel Herrera Beltrán tenía un trío de condiscípulas en la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana… Y un día les dijo: “¡Dios me libre de sus lenguas viperinas!”… Y, por eso mismo, hasta cargos públicos les ofrendó para tenerlas, digamos, bajo control… El escritor Gabriel García Márquez cuenta la historia de Aracataca cuando se fue quedando sin habitantes, todos huyendo porque el chismerío era intolerable… Cada mañana, debajo de las puertas de las casas aparecían anónimos con infundios sobre una familia…
ESCOLLERAS: Pero ni hablar, “la vida es así y qué le vamos a hacer”… Sin los chismes, la vida perdería la razón de ser… Las horas de los días y las noches serían insulsas, intrascendentes, insustanciales… En el siglo pasado, un periodista escribía una columna… Se intitulaba: “Te lo digo pero no lo cuentes”… Casi casi como la leyenda bíblica entre los chismosos: “Te lo cuento. pero no me cites… Y en careo, me rajo”… Digamos, una ley natural de usos y costumbres…
PLAZOLETA: Los reporteros siempre hemos tenido fama de chismosos… Y muy chismosos… La fama pública incluyendo a las señoras de los patios de vecindad y a la hora de lavar la ropa en los lavaderos públicos… Ni se diga la fama chismorrienta en las tortillerías y los salones de belleza… Y en las fondas y los locales en el mercado popular… A la hora de empinar el codo en las cantinas, los hombres, campeones de campeones en el chismerío… Y por supuesto, levantando infundios… La emperatriz Sabrina, esposa de emperador Adriano en la Grecia clásica, corrió al historiador Suetonio como su asesor por las intrigas de los envidiosos y a quienes, sin chistar ni averiguar, les hacía caso…
PALMERAS: De acuerdo con el dios Zeus, en el infierno existe un lugar reservado para los chismosos… Allí son enviados… Y para evitar el hastío y el aburrimiento, Luzbel inventa concursos para otorgar la presea “La lengua de oro” con categorías infantil, juvenil, madura y senil… El jurado lo integra un Consejo de Ancianos Venerables y Chismosos… El premio es un viaje al Purgatorio para descansar de las llamas intensas y volcánicas… (lv)