Una jarocha en E.U.
**Veterinaria de oficio
**“Ni loca volvería a Veracruz”
ESCALERAS: La veterinaria de los Llanos de Sotavento, egresada de la Universidad Veracruzana, tocó y tocó puertas laborales.
Desde adolescente soñaba con cuidar vacas, becerros y toros. Era su plus. El paraíso terrenal donde deseaba vivir.
Pero en ningún lado le abrieron las puertas ni tampoco las ventanas.
Y con las neuronas y el corazón lleno de agujeros aceptó, ni modo, una chamba en una veterinaria atendiendo perritos y gatitos.
Claro, rasguñando la vida para algún día aterrizar el sueño, el ideal, la quimera.
PASAMANOS: Tenía treinta años de edad y era soltera. Unos padres ancianos y dos hermanos menores. Casi casi, la jefa de la familia.
Y con el corazón agujerado siguió empujando la carreta sintiendo que la carreta estaba destartalada.
Por ejemplo, cabildeó y cabildeó y cabildeó vía Internet y las redes sociales por un trabajo en Estados Unidos.
Envió currículo académico. Envió experiencia en el cuidado de los perros y los gatos. Significó su vocación por las vacas y los becerros. Y anexos y conexos.
Y varios meses después, una empresa de Carolina del Norte le contestó (por fin, gracias al chamán y al Ser Superior y a su esperanza “a prueba de bomba”).
Y en sus días y noches percibió el buen fario anunciado.
CORREDORES: La empresa norteamericana necesitaba una veterinaria de su talla. Y aquella firma comercial se encargaría del trámite diplomático. Trabajo seguro. Pagado en dólares. Haciendo lo que ella soñaba.
Un semestre después renunció a la veterinaria de gatitos y perritos y luego “de quemar sus naves” en los Llanos de Sotavento como canturrea el viejito del barrio, partió a EU.
Acababa de cumplir 33 (treinta y tres) años.
BALCONES: Desde entonces, dos años hace, vive en Carolina del Norte, en un rancho ganadero, a cargo de las vaquitas y los becerritos.
Y puliendo y volviendo a pulir el idioma inglés.
Y trabajando con lealtad y lealtad perruna y eficacia y eficiencia.
Cada sábado en la tarde se enlaza con videollamadas con sus padres y hermanos.
Y está pendiente del envío oportuno de las remesas para que la familia tenga el itacate, la torta y los tacos y las medicinas.
Y cuando las amigas le preguntan si algún día volverá a los Llanos de Sotavento la respuesta es lacónica y jarocha: “Ni loca”.
Allá, en EU, su paraíso terrenal.
PASILLOS: De acuerdo con las versiones, desde la campaña presidencial en Estados Unidos…
Y escuchando las amenazas del candidato Donald Trump de la mayor deportación migratoria de la historia…
Y consciente de que cumpliría en tiempo y forma…
En los Llanos de Sotavento la migración a EU se ha desplomado por más y más que el paisanaje sueña con rasguñar la vida en el otro lado desafiando, incluso, y primero, a la policía migratoria y “los polleros” de México…
Y a la policía migratoria norteamericana…
Y a los gobernadores republicanos de EU.
Pero el discurso agresivo y violento y siniestro de Trump desbarató los más hermosos recuerdos de los amigos de los Llanos de Sotavento en el país vecino dibujando un optimista retrato hablado.
Mil, dos mil, tres mil veces mejor esperar.
Y aun cuando uno que otro se aventura en el viaje al infierno, la mayoría de mujeres y hombres de la región han diferido el tiempo del éxodo.
Esperar, dicen, es una forma de estar vivos y acercarnos. (lv)