Nostalgia jarocha
**Cuando éramos felices
**Veracruz ensangrentado
ESCALERAS: Perote, 26 de febrero: ataque armado a un taller mecánico. Tres muertos.
Coatzacoalcos, 28 de febrero: ataque armado a un taller. Cuatro muertos. Chicos de 22 y 30 años. Un hombre de 50 años.
(Coatzacoalcos: marzo 6. Otro ataque armado. Las víctimas, dos mujeres y un hombre).
Fortín, 28 de febrero. Un policía dispara a un chico de 19 años. Pablo Ortigoza. Deportista. Y lo mata. Su motivo: que cuando el muchacho metió la mano al pantalón pensó que sacaría una pistola. Y le disparó. El poli, detenido por los compañeros.
Actopan, 28 de febrero. Dos muchachos desaparecidos. Jonathan Morales, 26 años. Ramón Muñiz, 29 años. Sus cadáveres halados flotando en las aguas de la presa Tinajitas.
PASAMANOS: Fueron así los últimos días de febrero. Casi casi el cierre de los primeros cien días del llamado Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
Aquí, donde la filosofía social es que la violencia por ahí “son hechos aislados”.
Y que digan lo que digan los hechos, “en materia de seguridad vamos bien, muy bien”.
Y más allá de la percepción ciudadana la realidad concreta y específica es la siguiente: “La inseguridad ha bajado muchísimo”.
¡Hosanna, hosanna!
CORREDORES: Indicativo: alguna vez, en el viaje sexenal, el presidente Enrique Peña Nieto cavilaba la posibilidad de que los medios dejarán de publicar la página policiaca y/o dejaran de publicar las noticias duras y rudas sobre masacres, por ejemplo.
Y, claro, se redujeran a publicar las cachetadas guajoloteras de vecinas peleando por el galón del barrio.
Y dejaran de publicar las historias de violadores seriales.
Y de raterillos y ladrones de casas habitación y comercios. Los Oxxos, por ejemplo, favoritos de los malandritos.
Nunca Peña Nieto logró su utopía periodística.
Nadie puede tapar el sol con un dedo. Ni protegerse de un torrencial con una sombrillita.
BALCONES: “¡La vida es así y qué le vamos a hacer!”.
Y ni hablar, aquí nacimos y aquí continuamos hasta la hora de la muerte.
Y ojalá, ojalá, ojalá, todos tengamos una muerte, digamos, tranquila, de igual modo como, por ejemplo, solían morir la mayoría de dictadores militares de América Latina en el siglo pasado.
Es decir, en la cama.
Y rodeados de la familia.
Y con la bendición del sacerdote del pueblo.
PASILLOS: Días felices aquellos, memorables y citables, cuando, por ejemplo, Alejandro el varón de Humboldt desembarcó en el puerto de Veracruz y luego de unos días quedó maravillado con el paraíso terrenal percibido en el Estado jarocho.
Días cuando el poeta Pablo Neruda caminaba temprano en las playas de Chalchihuecan levantando las conchitas de mar para su colección en su casa de campo en Isla Negra, en Chile.
Días cuando el poeta Rubén Darío quedara varado en Veracruz en viaje a la ciudad de México y compusiera uno que otro poema inspirado en Veracruz.
Días cuando la mujer escritora y pintora y artista de fuego y con fuego, Nahui Ollin (Carmen Madrigal) la pasaba sentada en una banca en la zona portuaria mirando el Golfo de México y esperando la llegada del buque donde el capitán era su amor.
VENTANAS: Ahora, en los cuatro puntos cardinales de la entidad, respirando todos los días el miedo y el pánico a un secuestro, una desaparición, una extorsión, un asesinato, una fosa clandestina.
De aquellos días felices y dichosos al rincón más arrinconado del infierno.
La nostalgia de aquellos años cuando éramos felices. Y se podía vivir con tranquilidad y en paz. (lv)