Hondureñas desaparecidas
1 (Un infierno llamado Coatzacoalcos)
Veracruz, claro, “está de moda. Y en Europa”. Pero por lo pronto, en Honduras.
En Coatzacoalcos, dos mujeres migrantes fueron secuestradas y desaparecidas.
Madre e hija.
Marbel Pamela Calix Zelaya. 33 años.
Victoria Jireh Matute Calix. 10 años.
Las dos, hondureñas.
Están boletinadas por la Comisión Estatal de Búsqueda y que, ni hablar, de acuerdo con ley hasta allí llega la tarea y la encomienda oficial.
Ahora, con tanta fama tirarse en la hamaca a esperar, digamos, un milagro.
Claro, con tantos migrantes de América Central (Honduras, Guatemala y El Salvador) a los presidentes de aquellas repúblicas les ha de valer.
Por ejemplo, en el mes de diciembre del año 2018, el primer mes de Cuitláhuac García Jiménez como desgobernador, una migrante de Guatemala fue emboscada y asesinada en los límites de Isla y Rodríguez Clara.
Entonces, rápido y presuroso, el secretario General de Gobierno, Éric Patrocinio Cisneros Burgos, inculpó a policías municipales de Isla.
Y el alcalde de Isla le reviró precisando que los asesinos eran “los polleros”.
Nunca el cónsul de Honduras levantó la mano.
Calladito.
Y seis años después y dos meses y cacho, nunca, jamás, el crimen de la migrante de Guatemala fue aclarado.
Ningún detenido. Ninguna huella. El silencio total y absoluto.
Peor, mucho peor en un Veracruz con más de siete mil cuatrocientos desaparecidos y que así lo heredara Cuitláhuac G. J.
El sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra siempre ha declarado que Veracruz “es un fosario”.
La peor entidad federativa para los migrantes de Centroamérica.
Incluso, los migrantes tendiendo a caminar hacia la ciudad de México y la frontera norte por otras latitudes geográficas.
La semana anterior, los transportistas de Chiapas revelando que Veracruz, Puebla y Tlaxcala integran el círculo del infierno en el viaje de la carga a la CdM por tantos robos, atracos y asesinatos.
Veracruz, uno de los peores infiernos de la llamada “república amorosa y humanística”.
Feminicidios. Secuestros. Desaparecidos. Extorsiones. Torturados. Asesinados. Despedazados. Fosas clandestinas. Cadáveres tirados a las aguas de los ríos para navegar aguas abajo.
Así, tal cual, bien puede enmarcarse el secuestro y desaparición de las dos migrantes de Honduras (madre e hija) en Coatzacoalcos.
Sea para cobrar un rescate a la familia en Honduras.
Sea para trata de blancas.
Sea para la prostitución.
Sea para el crimen y la venta de sus órganos vitales.
Sea para encargarse de las casas de seguridad.
Sea como parte del terrorismo en Veracruz mostrando el puño y las bíceps los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros, Veracruz el surco fértil para los malos.
Dos mujeres más, migrantes, desaparecidas en Coatzacoalcos, la puerta de entrada del sureste del país y de América Latina.
El infierno.
Un infierno llamado Coatzacoalcos.
Dicen los que saben:
El gobierno federal es responsable.
Pero el Estado y los municipios, corresponsables.
2 (Tres razones de la migración)
Los migrantes huyen de sus pueblos por un trío de razones de peso y con peso:
Una:
La incapacidad de las tribus gobernantes para animar y reanimar la creación de empleos y empleos dignos y cubiertos con justicia laboral en las regiones indígenas, campesinas, obreras, suburbanas y urbanas.
Dos:
La violencia de los carteles y anexos y conexos, además de la violencia como en América Central de las bandas.
Y, tres:
La legítima utopía del derecho a una vida digna para la familia, la esposa, los hijos, los padres ancianos.
Y, caray, como en el caso de Marbel Pamela Calix Zelaya y su hija Victoria Jireh Matute Calix, desaparecidas en Coatzacoalcos.
Más, mucho más, cuando en Coatzacoalcos secuestran…
Desaparecen…
Asesinan…
Sepultan en fosas clandestinas…
Y nada pasa.
Y el infierno continúa ardiendo con mayor intensidad debido al decibel más alto de la impunidad.
Pero ni hablar, lo escribió Carlos Fuentes Macías en una novela, “la vida es así y qué le vamos a hacer”.
3 (Veracruz de moda, ajá)
Sabrá el chamán la suerte del destino.
Sabrán los brujos y las astrólogas el desenlace cuando, por ejemplo, con Javier Duarte como jefazazo del Poder Ejecutivo estatal iniciara el infierno en Veracruz y llevamos quince años en el rincón más arrinconado del averno.
Sabrá el tlatoani si es cierta la profecía social de que “no hay enfermedad que dure cien años ni enfermo que la soporte”.
Sabrán los expertos si en Veracruz se necesita, digamos, un Harfuch con todo y que en Sinaloa, donde está comisionado, los profes enseñan a los niños a tirarse al piso cuando las balas y los tiros resuenen cerca de la escuela.
Pero con el par de hondureñas desaparecidas en Coatzacoalcos, Veracruz, ni duda existe, “de moda” en América Latina.
4 (“Hechos aislados”, muy aislados)
Luchan los Colectivos, integrados con padres con hijos y parientes secuestrados y desaparecidos, por encontrar a los suyos.
Y con bajos, bajísimos resultados.
Luchan los Colectivos (46 (cuarenta y seis) en Veracruz) por visibilizar a los suyos con murales en ciudades.
Y los desaparecidos siguen.
Luchan las ONG y hasta de académicas para empujar la carreta de desaparecidos aunque la carreta esté destartalada.
Y ninguna autoridad las escucha ni considera.
En cientos, miles quizá de familias en los cuatro puntos cardinales de Veracruz (y por añadidura en América Central) en la incertidumbre y la zozobra por hijos y familiares desaparecidos.
Y nada pasa.
Simplemente, la esperanza familiar y colectiva está perdida en el Estado jarocho.
Por más y más que desde el aparato oficial sostengan que en Veracruz “la inseguridad ha bajado muchísimo”.
Y que “en materia de seguridad vamos bien, muy bien”.
Y que si por ahí suele concitarse la violencia (como en Coatzacoalcos con la madre y la hija hondureña desaparecidas son “hechos aislados”.
Aislados.
Aislados.
Muy aislados. (lv)