El Guasón Cibernético
Salir del armario...
Desde la infancia, a los 8 años de edad, el niño descubrió su tendencia homosexual. Un compañero en el salón de clases zangoloteó sus días. Sentado a un lado en un pupitre le llamaba la atención de forma poderosa. Únicamente deseaba mirarlo y admirarlo. Y festinar sus ocurrencias.
Hacia el quinto año quedó prendido de un chico de cuarto año.
Y de igual manera, callado.
Discreto.
Sin expresarse.
Su padre era un machista.
Y el padre odiando a las mujeres infieles.
Y a la comunidad sexual.
En su vida rechazaba tanto a los hombres como a las mujeres con otra tendencia sexual más allá del género femenino y masculino.
Para su fortuna, el padre falleció cuando el chico tenía veinte años.
Y habló sin rodeos, pudor ni rubor, con su señora madre.
Y se confesó.
Y la madre apechugó la realidad y le dijo:
"No soy nadie para juzgarte".
Y lo aceptó.
Sólo le pidió un favor:
"Se discreto", le dijo. "Muy discreto".
Cero escándalos en el pueblo.
Cero arranques de celos.
Cero pleitos callejeros por otros chicos.
En la vejez, el chico procuró a su señora madre en todo y con todo.
Y vivió para ella.
Con enorme gratitud.
Los amores, se dijo, van y vienen.
Llegan y se van.