Infierno y paraíso migratorio
1 (Más de veinte años de ilegales)
Insólito, casi casi profecía maldita: en Estados Unidos hay migrantes ilegales con más de veinte y veinticinco años de antigüedad.
Nunca en más de dos décadas han podido (menos ahora) legalizarse.
Inverosímil: durante más de 20 y 25 años han chambeado en el otro lado sin que nunca abrigaran tanto miedo y “miedo al miedo”, pánico, incertidumbre y zozobra
Como ahora con Donald Trump.
Vaya, migrantes quienes de plano están encerradas en sus casitas sin asomarse a la calle… se aparezca por ahí una patrulla migratoria y/o un vecino estadunidense, los mire y reporte.
Más todavía: sus hijos enclaustrados en casa sin asistir a la escuela por una razzia.
Y, claro, sin presentarse a laborar en los ranchos, restaurantes e industria de la construcción y en donde la mayoría labora.
Peor, si se considera que si llevan los niños a la escuela y de pronto cae la patrulla y se los llevan sabrá el chamán su destino.
Caray, están deteniendo a los migrantes únicamente por hablar nada más español.
Todavía peor: En los aeropuertos están exigiendo a los extranjeros la entrega del teléfono celular para revisar sus archivos tecnológicos y en caso de descubrir ofensas, agravios y denostaciones a sus intereses, ni modo, rechazados.
Cerradas las puertas para ingresar a Estados Unidos.
Veinte, veinticinco años en que los migrantes (tanto de América Central (Honduras, Guatemala y El Salvador, sobre todo) como mexicanos (y por añadidura de Veracruz) se han topado con pared para legalizar sus papeles.
Siempre, en todos los trámites, levantando la burocracia norteamericana un muro peor que el muro de Berlín.
Un caso, un delito de lesa humanidad con el atropello a los derechos humanos y que, por cierto, le valen a Trump de igual manera como también la democracia le vale un comino.
Podrá, entonces, el señor presidente de EU y su equipo bélico continuar vejando la dignidad de los migrantes sin y con papeles.
Y continuará indiferente a las protestas en las calles y avenidas de las capitales en EU de los migrantes.
Con un gobierno donde trece de los estadunidenses más ricos del mundo forman parte de su gabinete legal, el objetivo superior es enriquecerse mucho más.
“Dinero llama dinero” reza el dicho popular.
Y “entre más tienen los ricos… más quieren” dice el sociólogo Gabriel Careaga en libro documentado.
Trump, multiplicando el caos y la barbarie contra los migrantes y amenazando con los aranceles para multiplicar sus fortunas.
Los migrantes, “carne de cañón”.
“Yo sólo quiero una vida digna, nada del sueño americano” dijo una migrante a reportero del periódico “El País”.
Y otro precisó: “Preferible ser pobre en EU que en México”.
Nada, pues, detendrá el éxodo migratorio.
A excepción de los migrantes como Damián Alcázar en la película “El infierno” donde luego de veinte años en EU y derrotado vuelve a México y se emplea de pistolero de un jefe narco, Ernesto Gómez Cruz, alternando con Joaquín Cosío, El cochiloco.
Lección de la historia: durante treinta años los judíos migraron de pueblo en pueblo soñando con el paraíso terrenal.
Y guiados por Moisés, su líder. (lv)