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Sábado 01 febrero, 2025

Padre desaparecido

**Buscaba a su hijo
**Fue en Tihuatlán

UNO. Padre desaparecido

La vida en el territorio jarocho se ha vuelto, se está volviendo, más dura y ruda. Por ejemplo, el caso de los desaparecidos.
A la edad de 25 años, desapareció en Tihuatlán José Alfredo Aparicio González.

  • Nahle. “En seguridad estamos muy bien”. Muy bien. Muy bien…/FOTO: NOÉ ZAVALETA

Entonces, su padre, Héctor Aparicio Martínez, empeñó la vida de manera obsesiva en su búsqueda.
El padre tiene hoy 47 (cuarenta y siete) años. Y el domingo 26 de enero, Héctor Aparicio desapareció.
Al momento, ni una pista. Ni un rastro. Mejor dicho, el silencio tan indicativo y significativo que es y suele convertirse.

DOS. Un infierno llamado Poza Rica

Fue en la región de Poza Rica. Allí donde el miércoles 22 de enero también desapareció el reportero y camillero del hospital de Pemex, Alan García Zúñiga.
Corresponsal de El Dictamen. Corresponsal de Telever. Reportero en medios locales. A cargo de una videocolumna en las redes sociales intitulado “Firmo y afirmo”.
Y en los días y noches transcurridos, la angustia y la desesperación familiar causando estragos y destrozos.
“Estamos investigando” fue la única respuesta de la secretaría de Seguridad Pública. Estamos coordinados dijo la CEAPP, Comisión Estatal de Atención y Protección (ajá) a Periodistas.
Quizá una y otra dependencia oficial quizá, quizá, quizá, para “lavarse las manos” como el magister Poncio Pilatos.

TRES. ¡Ay, la violencia!

La violencia, por ejemplo, que carcome la paz y la tranquilidad en la población.
La violencia que ahuyenta y corretea la inversión privada para animar y reanimar la creación de empleos.
La violencia que las tribus políticas rehúyen y evitan por tratarse de un asunto incómodo e indeseable.
La violencia que rebasa por la izquierda, el centro y la derecha a las elites políticas de MORENA.
Tanto que, por ejemplo, desde el palacio de gobierno de Xalapa fueron acuñadas frases bíblicas:
La última, “en seguridad estamos muy bien”.
Se insiste, “muy bien”.
La penúltima, la violencia por ahí “son hechos aislados.
Y la antepenúltima y la primera en soltarse en el palenque público:
“La inseguridad ha bajado muchísimo”.

CUATRO. Estado de Derecho evidenciado

Caray, ahora, el padre de un hijo desaparecido, Héctor Aparicio Martínez, desaparecido a su vez.
Digamos, como Carlos, el padre de dos muchachos de Xalapa, también desaparecidos y que luego de varios años de búsqueda intensa y frenética, falleciera en casa con la esperanza siempre viva pero inalcanzable de encontrar a los suyos.
¡Qué triste y doloroso!
Más, cuando el llamado Estado de Derecho queda evidenciado por los cuatro costados con la fantasía utópica de “garantizar la seguridad en la vida y los bienes”.

CINCO. Poza Rica, un polvorín

A primera vista bien podría asentarse como hipótesis que los posibles autores de la desaparición del señor Héctor Aparicio Martínez fueron, digamos, los mismos que secuestraron a su hijo.
Quizá, hartos de la búsqueda.
Acaso, porque en la búsqueda el padre se acercaba a la cruda verdad.
Quizá su desaparición fue una consecuencia del mundo sórdido y siniestro en la región de Poza Rica donde antes secuestraron a dos sacerdotes y los asesinaron.
Y en donde una pareja que salió a vender la camioneta fue plagiada y desaparecida y asesinada.
Y en donde los malandros dejaran un cuerpo humano destazado en una hielera en una calle.
Y en donde, además, dejaran varios cuerpos humanos hechos cachitos en el refrigerador de una casa.
Y en donde han secuestrado a varios políticos.

SEIS. ¡Vaya tribus gobernantes!

Cada secuestro, desaparecido, asesinato y fosa clandestina ratifica la incapacidad oficial para crear y recrear un Veracruz tranquilo, sin sobresaltos en el día y en la noche.
Y enalteciendo la convivencia.
Pero ni hablar, así son los políticos.
El silencio, por ejemplo, de los presidentes municipales, síndicos y regidores sobre la violencia.
Y de los diputados locales y federales y Senadores.
Y ni se diga de los dirigentes de los partidos políticos.
Es la autoridad que tenemos y quienes suelen ejercer el poder con sentido patrimonialista.
Primero yo y mi familia. Después yo y mi familia. Y al último, yo y familia, y quizá por ahí, una barbie (lv)


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