Padre desaparecido
**Buscaba a su hijo
**Fue en Tihuatlán
UNO. Padre desaparecido
La vida en el territorio jarocho se ha vuelto, se está volviendo, más dura y ruda. Por ejemplo, el caso de los desaparecidos.
A la edad de 25 años, desapareció en Tihuatlán José Alfredo Aparicio González.
Entonces, su padre, Héctor Aparicio Martínez, empeñó la vida de manera obsesiva en su búsqueda.
El padre tiene hoy 47 (cuarenta y siete) años. Y el domingo 26 de enero, Héctor Aparicio desapareció.
Al momento, ni una pista. Ni un rastro. Mejor dicho, el silencio tan indicativo y significativo que es y suele convertirse.
DOS. Un infierno llamado Poza Rica
Fue en la región de Poza Rica. Allí donde el miércoles 22 de enero también desapareció el reportero y camillero del hospital de Pemex, Alan García Zúñiga.
Corresponsal de El Dictamen. Corresponsal de Telever. Reportero en medios locales. A cargo de una videocolumna en las redes sociales intitulado “Firmo y afirmo”.
Y en los días y noches transcurridos, la angustia y la desesperación familiar causando estragos y destrozos.
“Estamos investigando” fue la única respuesta de la secretaría de Seguridad Pública. Estamos coordinados dijo la CEAPP, Comisión Estatal de Atención y Protección (ajá) a Periodistas.
Quizá una y otra dependencia oficial quizá, quizá, quizá, para “lavarse las manos” como el magister Poncio Pilatos.
TRES. ¡Ay, la violencia!
La violencia, por ejemplo, que carcome la paz y la tranquilidad en la población.
La violencia que ahuyenta y corretea la inversión privada para animar y reanimar la creación de empleos.
La violencia que las tribus políticas rehúyen y evitan por tratarse de un asunto incómodo e indeseable.
La violencia que rebasa por la izquierda, el centro y la derecha a las elites políticas de MORENA.
Tanto que, por ejemplo, desde el palacio de gobierno de Xalapa fueron acuñadas frases bíblicas:
La última, “en seguridad estamos muy bien”.
Se insiste, “muy bien”.
La penúltima, la violencia por ahí “son hechos aislados.
Y la antepenúltima y la primera en soltarse en el palenque público:
“La inseguridad ha bajado muchísimo”.
CUATRO. Estado de Derecho evidenciado
Caray, ahora, el padre de un hijo desaparecido, Héctor Aparicio Martínez, desaparecido a su vez.
Digamos, como Carlos, el padre de dos muchachos de Xalapa, también desaparecidos y que luego de varios años de búsqueda intensa y frenética, falleciera en casa con la esperanza siempre viva pero inalcanzable de encontrar a los suyos.
¡Qué triste y doloroso!
Más, cuando el llamado Estado de Derecho queda evidenciado por los cuatro costados con la fantasía utópica de “garantizar la seguridad en la vida y los bienes”.
CINCO. Poza Rica, un polvorín
A primera vista bien podría asentarse como hipótesis que los posibles autores de la desaparición del señor Héctor Aparicio Martínez fueron, digamos, los mismos que secuestraron a su hijo.
Quizá, hartos de la búsqueda.
Acaso, porque en la búsqueda el padre se acercaba a la cruda verdad.
Quizá su desaparición fue una consecuencia del mundo sórdido y siniestro en la región de Poza Rica donde antes secuestraron a dos sacerdotes y los asesinaron.
Y en donde una pareja que salió a vender la camioneta fue plagiada y desaparecida y asesinada.
Y en donde los malandros dejaran un cuerpo humano destazado en una hielera en una calle.
Y en donde, además, dejaran varios cuerpos humanos hechos cachitos en el refrigerador de una casa.
Y en donde han secuestrado a varios políticos.
SEIS. ¡Vaya tribus gobernantes!
Cada secuestro, desaparecido, asesinato y fosa clandestina ratifica la incapacidad oficial para crear y recrear un Veracruz tranquilo, sin sobresaltos en el día y en la noche.
Y enalteciendo la convivencia.
Pero ni hablar, así son los políticos.
El silencio, por ejemplo, de los presidentes municipales, síndicos y regidores sobre la violencia.
Y de los diputados locales y federales y Senadores.
Y ni se diga de los dirigentes de los partidos políticos.
Es la autoridad que tenemos y quienes suelen ejercer el poder con sentido patrimonialista.
Primero yo y mi familia. Después yo y mi familia. Y al último, yo y familia, y quizá por ahí, una barbie (lv)