El arte de memorizar
**Educación de primera, ajá
**La chachalaca escolar
UNO. Autómatas del aprendizaje
La peor práctica educativa del siglo anterior y heredada al siglo XXI es la memorización. Si “la letra con sangre entraba”, por la fuerza el alumno era convertido en un robot aprendiendo la lección de memoria.
Nunca, jamás, los profes enseñaron a los estudiantes a razonar, meditar, escudriñar, analizar, cuestionar, evidenciar.
Fueron unos autómatas del aprendizaje.
Y, claro, merecía un diez (y hasta cuadro de honor) el chico con memoria prodigiosa.
Vaya, hasta premiados en cada ciclo escolar.
DOS. Hierbitas para la memoria
Por añadidura, y como el secreto pedagógico estaba en ejercitar la memoria hasta las coma y puntos y comas y puntos y seguidos y puntos aparte necesitaban aprenderse.
Caray, los profes escuchando la lección del día expuesta por el alumno en el salón de clases con el libro en la mano.
Y si el chico se equivocaba en una línea, en automático reprobaba.
En el mercado popular llegó la fama y trascendido de aquella práctica educativa (tan perniciosa).
Y los locatarios solían vender hierbitas milagrosas para tener memoria insólita.
Hasta curanderos llegaban a los pueblos con una medicina ex profeso para desarrollar la memoria
TRES. Los profes memoristas
Insólito: la mayoría de profes nunca sabían reflexionar. Ellos también apostaban a memorizar.
Desde la secretaría de Educación Pública, SEP, y la secretaría de Educación de Veracruz, SEV, era la gran línea pedagógica.
Con todo y los Enrique Rébsamen, los Enrique Laubscher, los Rafael Delgado y los Carlos A. Carrillo, cuya sabiduría educativa los convirtió en asesores latinoamericanos.
Todavía hoy, caray (más con la tecnología), la apuesta oficial en el sistema educativo es la memorización de las lecciones de cada día en el salón de clases.
Y más con la tecnología, pues basta y sobra con apretar un botoncito en la computadora para tener un informe completo de los temas necesitados.
incluida, claro, la reflexión. Ensayos le llaman algunos.
CUATRO. “Dejó hacer y dejó pasar”
El profe Diódoro Cobo Peña impartía las materias de Filosofía, Pedagogía y Literatura en el Ilustre Instituto Veracruzano.
Era un sabio. Unos siete libros publicados, la mayoría, libros de texto sobre sus materias. Un libro de poemas, prologado por su amigo, el filósofo, escritor y político, José Vasconcelos Calderón. “Perfil de humo”.
Y los alumnos apostando a exponer la clase del día, pero cada línea, cada párrafo, cada página… memorizada.
Y nunca el gran maestro enseñó a los estudiantes los pasos claves para la reflexión.
“Dejó hacer y dejó pasar”.
Con todo y enseñar la matera de Filosofía.
CINCO. La chachalaca escolar
Después de clases solía quedarse una media hora en el salón a platicar con los feligreses de su capilla magisterial.
Y cuando un chico por ahí le preguntaba sobre un compañero ausente, gran memorizador, Diódoro Cobo solía burlarse del muchacho.
“Tiene gran memoria” decía el maestro. “Y repite todo como chachalaca. No sabe analizar”.
Era muy respetado. Y nadie lo cuestionaba. Y los compañeros zalameros, dichosos y felices, pitorreándose del ausente.
SEIS. Herencia fatídica
Fue la clave y estrategia de la enseñanza en el aula en el siglo pasado.
Pero, caray, todavía vigente.
Y en muchos pueblos indígenas, campesinos, obreros, suburbanos y hasta urbanos.
Nada, pues, ha cambiado.
Con todo y ahora cuando estamos (aja) en el Segundo Piso de la llamada Cuarta Transformación.
Ta’gueno. (lv)