La vida degradada
**Los años encima
**Dura carga familiar
UNO. Degradación de la vejez
De pronto, el filósofo y escritor, maestro y polemista, Jean-Paul Sartre descubrió “la irreversible degradación de la vejez”.
Fue cuando una tarde en París confirmó “la incontinencia urinaria”.
Se había hecho pipí sentado en una silla en la casa de su pareja, Simone de Beauvoir.
Entonces, le dijo: “Hay que ser modesto cuando es viejo”.
Luego precisó: “Unos gatos acaban de mearme encima. Me asomé a la balaustrada y me sentí mojado”.
De Beauvoir le contestó con inteligencia. Y respeto. El momento estelar adverso estaba ahí.
DOS. Cáncer de próstata
Fue en el siglo pasado. Tiempo aquel (como ahora) cuando el famoso cáncer de próstata aparece en la vida masculina.
Vaya, el urólogo asegura que de cada diez hombres caminando enfrente, entre ocho y nueve padecen de la próstata.
En todos los casos, la emergencia urinaria. También el goteo. De igual modo, expuestos a un bloqueo en las vías urinarias.
Y expuestos (ni modo, resulta inevitable) al cáncer de la próstata.
En el pueblo, un anciano tomó notoriedad porque le ganaba en la ropa interior y hasta el pantalón.
Entonces, si andaba en la calle buscaba de inmediato un lugar solitario como los gatitos para satisfacer la necesidad.
TRES. Vivir aislado
Pero al mismo tiempo, consciente de las circunstancias, decidió aislarse del mundo. Vivir encerrado en casa. La vida de un ermitaño.
Digamos, como los elefantes cuando olfatean la muerte y se desprenden de la manada y se internan en la montaña y buscan una cueva de su tamaño y se encierran a esperar la muerte.
¡Sabia decisión!
Más, considerando que en la vida de todos los seres humanos llega un momento cuando nada puede ya darse. Ni producirse. Ni crearse. Ni aportarse a la vida familiar ni tampoco a la vida social.
CUATRO. Volverse carga familiar
Un millón, dos millones, tres millones de veces preferible el recuerdo familiar de cuando se vivió en la plenitud en lugar de estar dando lástimas por ahí.
Y lo peor, el riesgo de volverse una carga (y una carga demasiada pesada) para la familia.
La esposa. Los hijos.
Más, mucho más, en materia económica.
La ciencia médica, por ejemplo, ha fracasado en el combate al cáncer de próstata.
También, parece, en la prevención del cáncer. Su desarrollo progresivo resulta inevitable.
Entonces, nada ideal como retirarse a tiempo.
Además, cuando ya se ha vivido lo suficiente.
CINCO. De la madurez a la vejez
Por razón natural, la vida se degrada.
En la madurez, por ejemplo, la vida suele pasarse en el antro y en borracheras con los amigos. En la disco. Las comilitonas. Y el motel.
Y en la vejez, la vida gira alrededor del consultorio médico, las radiografías, los exámenes clínicos, la farmacia, el quirófano y en la iglesia solicitando perdón por tantos pecados mortales y veniales cometidos.
Lo ideal, claro, es “el bien morir”.
Lúcida la persona. Y de muerte natural, digamos, la edad. Pero sin achaques, dolores ni enfermedades.
Quizá como mueren en Dinamarca, la nación con el más alto nivel de calidad de vida y salud pública según cacareaba el político del Edén vendiendo esperanzas.
SEIS. Mucha suerte para todos
Nadie sabe (y como es natural) la fecha de su muerte. Menos, mucho menos, las razones.
Incluso, en la vejez, las parejas históricas suelen decirse:
“Ojalá yo muera primero pues de lo contrario, mi vida será un infierno”.
Vaya, y dadas las circunstancias, nadie puede descartar un suicidio en la hora final como decidiera el escritor Ernest Hemingway.
Mucha suerte, entonces, para todos y sus familias.
La necesitaremos. (lv)