Vivir sin celular
**Y sin tele en casa
**Dicha inmensa...
UNO. Vivir sin celular
Se ignora si una persona será más feliz con celular o sin celular. Con tele o sin tele en casa. Con Tableta Digital o sin Tableta. Sin ir al cine en plaza comercial o yendo. Con libros o sin libros.
Son, digamos, satisfactores, quizá, para el desarrollo humano.
Pero, bueno, ni la madre Eva ni el padre Adán los tuvieron y luego de comer el fruto prohibido en el paraíso terrenal y mirarse sorprendidos desnudos, fueron dichosos pues, por ejemplo, procrearon cinco hijos, tres mujeres y dos hombres.
Uno de los hijos, por cierto, Caín, lleno de envidia y celos, mató a su hermano Abel.
DOS. “La caja idiota”
En el siglo pasado, y dado los contenidos, el escritor Carlos Monsiváis Aceves acuñó frase icónica y simbólica sobre la televisión.
La llamó “la caja idiota”.
Y muchos años después todo parece seguir igual.
En todo caso, y más allá de la carga negativa o positiva, distrae. Pero enerva. Entretiene, pero crea robots. Vende historias. Pero aniquila.
Un millón, dos millones, tres millones de veces preferible vivir sin televisión en casa y leer el mayor número de libros posible.
TRES. El cel crea adicciones
Insólito: los chicos se despiden en la esquina de la casa y viven enfrente y a los pocos minutos ya se están hablando. Tuiteando. Enviando correítos electrónicos.
Y por lo regular, y como dijera Hillary Clinton, perdiendo el tiempo en cosas insustanciales.
Sin un beneficio cultural, social, espiritual, en sus vidas.
Famosos los hijos sentados con la familia a la hora de la comida y el celular a un lado.
Y en vez de participar en la conversación pendientes de alguna lucecita prendida en el aparato.
Vaya, hasta se levantan de la mesa para contestar llamadas urgentes como si de su punto de vista dependiera el estallido de la tercera guerra mundial.
Bien valdría la pena prohibir en la mesa familiar el uso de celulares.
Y de paso, estar desayunando, comiendo y cenando y mirando la tele en programas insulsos.
CUATRO. Siete horas mirando tele
Una señora de la séptima década suele plantarse en el reposé durante unas siete horas diarias en conjunto mirando la tele.
Y todos los días pelea con los personajes de cada telenovela. Y de cada reality-show. Incluso, de cada evento deportivo, sean los rojos o los azules.
Y, claro, cuando se acuesta a dormir está repleta de carga negativa al máximo.
Una bomba molotov en sus neuronas y corazón y hasta el hígado.
CINCO. Mejor ver películas
Quizá el mejor aparatito tecnológico es la Tableta Digital. La aplicación también le llaman.
La posibilidad de elegir entre montón de películas. Desde actores norteamericanos y europeos hasta mexicanos.
Y para verse cuando se tenga espacio y tiempo. Por ratitos. Para evitar, acaso, tantos dolores musculares con el cuello agachado y la espalda corva. Y la vida sedentaria.
La vida de un ser humano se mide por el número de horas frente a la Tabletita Digital.
Horas-películas. Horas-actores.
SEIS. La vida sin tele de Sartre
Sabrá el chamán si debido a la tele la vida ha sido enaltecida y alcanzado una calidad digna.
Si gracias a la tele, la gente es (ha sido) más dichosa y feliz.
Por ejemplo, si guiada por la tele ha logrado un trabajo digno en su fuente de empleo y cubierto con justicia laboral y con las prestaciones económicas, médicas y sociales de ley.
Y si la convivencia familiar y vecinal y amical está llena de tolerancia, cordura y mesura.
Pero nada hizo tan feliz al filósofo y escritor Jean-Paul Sartre como nunca, jamás, tener una televisión en casa.
Sin tele en su recámara y/o en la sala de casa fue dichoso. (lv)