Marcar la raya
**Elegir a los amigos
**Con mucha frialdad
UNO. Selectivo para los amigos
El escritor filósofo francés, Jean-Paul Sartre fue muy selectivo para los amigos.
Claro, con los amigos probados y comprobados se desbordaba en atenciones y cuidados.
Y con los otros, incluso candidatos a su amistad, era respetuoso y cordial.
Pero distante, frío y lejano.
Sabía, pues, marcar la raya.
Hacia el final de sus años, prefirió enclaustrarse en su departamento y en la casa de su pareja durante cincuenta años, Simone de Beauvoir, y en el depa de su par de noviecitas, ambas “Lolitas” tipo Vladimir Nabokov.
DOS. “Entre más lejos, mejor”
En la vida cotidiana aplicaba sabia conseja filosófica. “La amistad con los amigos, entre más lejos, mejor”.
A veces, como era lógico en aquel París efervescente en materia cultural, literaria, social, periodística y política, se topaba con los demás.
Entonces, solían platicar de los asuntos y temas intrascendentes como, por ejemplo, ¡qué duro estar el calor!, ha llovido mucho en París, están anunciados tiempos huracanados.
Pero sin profundizar.
Alguna vez, un chico se desbordaba en el halago. Soñaba con ser su amigo. Incluso, su hijo.
Y Sartre le dedicó un libro con tres palabras claves: “Para mi hijo”.
Y el chico estalló de dicha y felicidad. Pero fue dedicatoria para salir del paso y hacerlo soñar un ratito.
TRES. Pasiones políticas contrariadas
Quizá un amigo durante varios años fue el escritor y cronista, Albert Camus.
Es más, amigos con sus esposas. Hasta fines de semana conviviendo. Apoyándose en la edición de libros. Pero de igual modo, en el sueño periodístico. Y político.
En el viaje amical, los dos chocaron. Las pasiones políticas por José Stalin, el asesino de León Trotsky, los fracturaron.
De pronto, Sartre quedó maravillado con Stalin, uno de cuyo feligrés era el escritor Máximo Gorki, su agente cultural en Rusia y el resto del mundo.
Caray, hasta el poeta chileno, Pablo Neruda, rendido ante Stalin.
Y Sartre y Camus rompieron. Y para siempre. Jamás volvieron a cruzar palabra.
Es más, guerra a muerte de Simone de Beauvoir en contra de Camus.
En sus libros autobiográficos, ella habla pestes de Camus.
CUATRO. Razones para ser amigos
El viejito del barrio es un hombre sencillo y simple para las cuestiones de la amistad.
Parte de un principio universal:
Se pregunta: ¿cuáles son las razones de peso y con peso para la amistad entre los hombres y entre las mujeres?
¿El trabajo? ¿Los hijos? ¿La educación de los hijos?
¿El sueño social? ¿Los cargos públicos?
¿El desmadre? ¿La parranda? ¿El alcohol? ¿Las mujeres? ¿La vida loca?
¿La religión? ¿La asistencia social? ¿Los libros? ¿La creación artística?
¿La vida familiar?
A partir de ahí los intereses de cada persona se van definiendo. Y al mismo tiempo, construyendo el gran edificio sólido y resistente “y a prueba de bomba” de la amistad.
Los amigos son piedras rodando en la ladera que suelen encontrarse e identificarse afirmaba don Julio Scherer García.
CINCO. Amigos en cada época de la vida
Más cuando, por ejemplo, unos son los amigos en la escuela primaria.
Otros, en la secundaria. Otros, en el bachillerato. Otros, en la universidad.
Otros, en el primero y segundo trabajo. Otros, hacia la edad madura. Otros, en la vejez.
La vida, caray, da muchas, demasiadas, excesivas vueltas.
SEIS. Lista de examigos
Y ni hablar, una lástima así suceda.
El cronista de cada pueblo bien podría ocuparse en escribir la lista de los examigos en su comunidad y hasta le daría para varias libretas escolares.
Más, si existiera la posibilidad de investigar las razones de la ruptura en cada caso para contar historias maravillosas. (lv)