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A Mil por Hora
10 noviembre, 2024

**Buenos para la enagua
**Los Pedro Páramo
**Derecho de pernada
**¿El México nostálgico?

Ricardo Rubín, los muertos resucitan

BANDERAZO DE SALIDA
: En la segunda versión fílmica de la novela “Pedro Páramo” del escritor Juan Rulfo, dan trato excepcional a la infancia de Pedro Páramo con su amiguita, sueño amoroso, Susana San Juan... Los dos niños se conocen en el pueblo... Mejor dicho, en la hacienda de los padres... Y juntos, conforme van creciendo, aprenden a tomarse cariño y desearse y quererse

  • María Félix. Carlos Fuentes, "un mujerujo"

De pronto, la niña Susana es enviada a otras latitudes geográficas y Pedro Páramo queda en el peor desamparo de su vida… Y el resto de sus días y años vivirá con el recuerdo y la nostalgia y la utopía de encontrarla… Y la encuentra, cuando Susana San Juan está convertida en amante de su señor padre, Bartolomé San Juan… Y ni modo, para recuperarla, Pedro Páramo ordena el asesinato del padre… Y la lleva a su hacienda… Pero nunca se consume la relación íntima… Susanita vive atrapada en medio de fantasmas…

CURVA PELIGROSA: Otro feeling cultural de la segunda versión fílmica de “Pedro Páramo” es el montón de hijos del cacique de Comala… Por todos lados tiene hijos ejerciendo el famoso derecho de pernada de los latifundistas del México del siglo anterior… Dueños, ajá, de la vida privada, la vida íntima, de las mujeres de la hacienda… Y del pueblo… “Aquí todos somos hijos de Pedro Páramo” le dice un hijo de Pedro Páramo al hijo llegando a Comala a buscar a su padre, … Pero el cacique únicamente reconoce a uno… Miguel Páramo y muy bueno para las enaguas… Y tiene mujeres por todos lados… Incluso, hasta contrata a una indigente, apodada “La urraca”, para acercarle muchachas a cambio de un dinerito por cada chica en su pesebre… Incluso, hasta la sobrina del presbítero del pueblo… Con todo, el cinéfilo bien puede seguir prefiriendo a John Gavin, el primer Pedro Páramo…

AUTOPISTA DEL SUR: En todos los pueblos de la república hay Pedros Páramos… En el siglo pasado, en Soledad de Doblado, los Pedro Páramo se apellidaban Montero… Hijos por todos lados… Pero “veinte y las malas”, a todos ellos los rebasó por la izquierda, el centro y la derecha, un modesto y sencillo albañil apodado “El medio metro”… Era bajito, bajito, bajito de estatura… Flaco, flaco… Morenito, con piel oscura… Maestro de la cuchara… Cantaba muy mal, pero chiflaba las mejores canciones… Y con ritmo melodioso… Y era muy bueno para la enagua… Por ejemplo, en su casita en un patio de vecindad tenía viviendo a su lado a tres mujeres al mismo tiempo… Y todas, con un hijo… Una, se encargaba de la comida de todos… Otros, de tener aseada la casa y jugar con los niños… Y otra, lavaba y planchaba… Y en las noches, “El medio metro” elegía la compañera del tálamo en turno…. “Aquí, decía uno de sus hijos, todos somos hijos de ‘El Medio Metro’”…

AUTOPISTA DEL NORTE: 8 líneas Y, claro, en el siglo pasado también existían preservativos… Incluso, eran unos globitos grandotes, grandotes… Pero como dice un chico, “el sexo pierde su encanto y no sabe igual”… Y “El Medio Metro” se fue llenando de hijos por todos lados… Varios de ellos también son albañiles y maestros albañiles, digamos, la herencia del padre… Después le seguía otro Pedro Páramo… Le apodaban “El Rayito de oro”… Era campesino y los fines de semana boxeador… Primero, campeón inderrotable en el pueblo... Después, en la comarca… Y bueno para la enagua… Callado… Discreto… Bajo perfil… Abstemio… Fuerte… Vigoroso… NI un kilito de más en el cuerpo… Y rasgaba la guitarra… Y cantaba… Boxeador y cantante, seducía a las mujeres… Incluso, hasta casado con la hija de un riquillo… Pablo se llamaba y tenía mucho respeto a “El Medio Metro”…

RECTA FINAL: Fue un gran Pedro Páramo el reportero Othón Fernández… Nacido en los Llanos de Sotavento, gustaba mucho a las mujeres… El bamboleo de sus caderas al caminar, el mejor karma y fario envolviendo sus días y noches, un mujerujo dijera María Félix de Carlos Fuentes Macías, era una dama tratando a las damas… Cortés, atento, amable, querendón, buen porte… Llegaba a la antigua facultad de Periodismo luego de su faena laboral en una fábrica en un automóvil rojo deportivo… Y era la sensación… Declamaba poesías largas, largas, como “La chacha Micaela” con donaire y elegancia… Y ni modo, hasta las novias dejaban a los novios para una aventurilla por ahí… Otros, muchos, intentaron rebasarlo… Pero, claro, nunca pudieron… “Fina estampa, caballero”… Además, invertía en las chicas para satisfacer el mínimo caprichito…

META: Los tres eran amigos… Carlos Padilla Becerra, piel blanca y ojos azules… Miguel Ángel Yunes Linares, piel blanca y ojos azules… Y José Luis Lobato Campos, piel oscura y ojos negros… Y del trío, cada uno bueno para la enagua, Lobato Campos era el gran jefe… Fino, elegante, delicado y respetuoso con las mujeres… Se desvivía en el trato preferencial… Y con todas, por igual… Y las hacía sentir las más importantes, interesantes y atractivas de su vida y en la vida… Además, discreto… Sin andar luciéndose por ahí… Además, sin hijos regados… Y sin escándalos… Decía: “Nunca es ni será lo mismo tocar el timbre para llamar al secretario y de pronto entre al privado un hombre… A tocar el timbre y una mujer bonita, guapa, elegante, fina, entre con una sonrisa y de entrada de los buenos días y pregunte si se desea otro café”… (lv)


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