Multihomicidio impune
**El crimen de un fotógrafo
**Muchos muertos que van
ESCALERAS: El 31 de julio del año 2015, quinto año del sexenio de Javier Duarte y Arturo Bermúdez Zurita, fueron asesinadas cinco personas en un departamento de la colonia Narvarte de la Ciudad de México.
Entre ellos, el fotoperiodista Rubén Espinoza Becerril. Y la activista Nadia Vera, de origen chiapaneca, estudiante en la facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana.
Además, una modelo colombiana. Una cosmetóloga. Y la trabajadora doméstica.
Días antes, Rubén y Nadia había confiado a los amigos temer por su vida radicados en Xalapa.
Por eso mismo, la decisión de migrar a la Ciudad de México para, digamos, salvar la vida. Y seguir viviendo.
PASAMANOS: Los cinco fueron asesinados a la misma hora, digamos, con diferencia de minutos.
Y con el tiro de gracia.
Y aun cuando el multihomicidio ocupó los titulares en la Ciudad de México y trascendió hasta Colombia y estremeció la vida periodística y universitaria en Veracruz, a la fecha, en el limbo, en la nada. Y la nada es nada.
Desde la Procuraduría de Justicia del viejo Distrito Federal la venta burda y ramplona de esperanzas a los familiares.
Y desde entonces, la protesta y el coraje y la indignación crónica reclamando justicia.
CORREDORES: Marchas. Plantones. Tanto en la Ciudad de México como en Xalapa.
Foros. Crónicas. Reportajes, visibilizando la tragedia de aquel hecho infausto.
Incluso, hasta “La maldita vecindad” cantando una canción sobre el multihomicidio.
Es más, en Netflix exhiben un documental contando la historia paso a paso, detalle al detalle, tanto de las razone de Rubén Espinoza y Nadia Vera para migrar de Xalapa a la Ciudad de México como la historia de las otras tres mujeres asesinadas.
Los cinco, con saña, barbarie, alevosía, ventaja y premeditación.
BALCONES: Fue duro y rudo el sexenio de Javier Duarte para los trabajadores de la información y quien desde hace ratito vive en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México y su esposa, Karime Macías, con sus hijos, en Londres, la ciudad más cara del mundo.
En aquel sexenio, diecinueve reporteros, columnistas, fotógrafos y camarógrafos asesinados.
Más tres desaparecidos.
Vaya, unos colegas asesinados y decapitados y arrojadas las cabezas en la vía pública.
Otros, obligados por los malandros a cavar su propia sepultura y luego el tiro de gracia y arrojados a la tumba.
Otros más, secuestrados, asesinados, cercenados en pedacitos, revueltos en bolsas negras de plástico y tiradas en canales de agua fría.
Otros, acribillados y tirados en el centro urbano.
La mayoría de los 19 crímenes en la impunidad total y absoluta.
Uno de ellos, el del fotoperiodista Rubén Espinoza Becerril.
PASILLOS: Un acierto en el documental, entre otras cositas y hechos, para nunca olvidar, aun cuando, desde luego, resulta difícil.
Pero con todo, habrá de preguntarse las razones de peso y con peso para seguir exhibiendo el documental si nada, absolutamente, trasciende en el ánimo oficial para llevar el asunto “hasta las últimas consecuencias”.
¿Sirve a la procuración de justicia la cantada de “La maldita vecindad” con la canción de referencia?
¿Sirve continuar escribiendo sobre el tema si el multihomicidio ha sido rebasado por otras matanzas y masacres peores?
VENTANAS: ¿Servir organizar más protestas ciudadanas reclamando justicia “pronta, rápida y expedita”, ajá?
¿Sirve una ofrenda floral más en el parque Lerdo de Xalapa y en el zócalo de la Ciudad de México para Rubén y Nadia?
Mucho se duda.
Los cinco crímenes están en la lista negra de la impunidad y en el archivo de la historia.
Y Rubén y Nadia y el trío de las otras mujeres quedaron como unas víctimas más.
Y en un Veracruz (y un país) donde los muertos son ya muchos, demasiados, excesivos. (lv)