Descrédito oficial…
**Con policías...
**Y agentes de Tránsito
ESCALERAS: Un trío de servidores públicos son la figura icónica y simbólica del primer roce de la autoridad con la población.
Uno. Los policías.
Caray, vieja y actual la anécdota de si un ciudadano de a pie mira venir en el lado de la acera por donde camina a un policía...
Y en la otra acera a un ladrón
Prefiere un millón, dos millones, tres millones de veces pasarse a la acera del ladrón.
El ladrón, por ejemplo, roba, quizá golpea, y huye.
Y el policía, atraca, madrea y lleva a la comandancia acusando a la persona de vejaciones y atropellos a la santa investidura policiaca.
PASAMANOS: Dos. Los Agentes de Tránsito.
Su fama incuestionable de los grandes “mordelones”. “Mordelones con uniforme y motocicleta.
Intimidando al conductor detenido con la posibilidad de sacar el mayor jugo posible ante la amenaza, primero, de la multa, y segundo, de consignar el automóvil, y tercero, la cárcel.
Y ni hablar, en vez de enfrentar la multa, además por tantas vueltas para los trámites de la liberación, y la pérdida de tiempo, “una mordida… a nadie se le niega”.
CORREDORES: Y, tres. Los burócratas en las oficinas públicas.
Desde luego, hay empleados extraordinarios y ejemplares. Pero como siempre hay un frijolito en el arroz, por culpa de unos cuantos el desprestigio.
Uno, el tortuguismo burocrático. Dos, el riesgo de “una mordida”, un cochupo, una lanita para agilizar el trámite.
Y, bueno, si a lo anterior se añade la fama pública de los políticos pillos, rateros, “ordenando la vaca y metiendo las manos al cajón”…
México en el primer lugar mundial de la corrupción política desde el tiempo del priismo…
Entonces, la moral de la autoridad entre los ciudadanos y la población electoral está “por los suelos”.
BALCONES: Quizá las corporaciones policiacas se conservan en el primer lugar del descrédito.
Por ejemplo, cuando algunos ciudadanos han muerto en los separos.
Cuando un elemento policiaco quita la vida a un ciudadano.
Cuando la llamada Fuerza Civil asesina a dos hermanos en Totalco, Perote, dejando huérfanos a seis niños menores de nueve años y a par de viudas.
Cuando hay denuncias ciudadanas de policías torturadores.
Y lo peor, la versión de narco-policías como en el filme “El infierno” de Luis Estrada con Joaquín Cosío y Demián Alcázar.
Intimidantes los policías (y también los agentes de Tránsito) con lentes negros.
Dan miedo, “miedo al miedo”, pánico, terror y temor.
PASILLOS: Los agentes de Tránsito, por ejemplo, escondidos atrás de unos matorrales y árboles y carros en las avenidas espiando a los automovilistas con exceso de velocidad para caerles de sorpresa.
En la mano el aparatito para medir la velocidad de los coches.
La fama pública de policías y agentes de Tránsito obligados a sacar una cuota diaria de “mordidas” para repartir a los jefes y quizá, quizá, quizá, a los jefes de jefes.
VENTANAS: Policías, agentes de Tránsito y burócratas bien pueden significar el retrato hablado de la tribu política en turno.
Ellos, digamos, soñando con un buen gobierno.
Y un buen gobierno justo y equitativo con ellos, dichosos y satisfechos, para dar lo mejor en el trato a los ciudadanos.
Y con un sueldo justo, sin regateos, y las prestaciones de ley.
Y con la legítima posibilidad de un ascenso burocrático para enaltecer con hechos concretos y específicos la calidad de vida de la familia.
No más. No menos. (lv)