La vida en un manicomio
**Cada uno en su mundo
**“Atrapados sin salida”
ESCALERAS: ¡Duro y rudo y difícil terminar los días y las noches en un manicomio! ¡Encarcelado en un hospital siquiátrico! ¡Y en compañía de otros enfermos mentales!
Y lo peor, sin recibir la visita de un familiar. La esposa. Los hijos. Los tíos. Los primos. Los amigos.
Además, en un estado sicótico donde se pierde la noción de la realidad. Y la imaginación alcanzando el más alto decibel.
La historia trágica en un filme cinematográfico viejo. Digamos, filmado en 1975. “Atrapado sin salida” con Jack Nicholson en papel estelar. Excepcional. Fuera de serie.
PASAMANOS: La vida diaria con los compañeros, todos, caray, deschavetados. Cada uno en el mundo imaginado. Lleno de fantasmas.
Un hombre general de cinco estrellas aislado en su “burbuja de cristal”.
Un hombre bailarín de música clásica y el santo día la pasa bailando.
Un hombre, además, en la depresión mirando el cielo sin nubes y con sol en cada nuevo día, con la mirada ausente en viaje esotérico.
Un hombre armando tremendo zipizape reclamando le devuelvan su cajetilla de cigarros.
CORREDORES: Un joven tímido, indeciso, inmaduro, temeroso de su señora madre, y que apenas se la cita la sicóloga (Louise Fletcher) se llena de horror y terror. Y se estremece hasta volverse frágil.
Un hombre de baja estatura (Danny DeVito) sin voluntad para vivir y al servicio del nuevo líder de aquellos enfermos mentales (Jack Nicholson) encerrado, primero, en la cárcel, acusado de un asalto, y luego, enviado al hospital siquiátrico para detectar si en verdad está neuras.
BALCONES: Un hombre gigante, de origen indio, quien se finge sordomudo para evitar el roce con los demás. Aislado del grupo. Y sin recibir sesiones sicológicas.
Y varios custodios, fornidos, y quienes únicamente a base de madrazo limpio apaciguan las sublevaciones de los loquitos.
La sicóloga obsesionada con rehabilitar a todos ellos para devolverlos a la vida. Pero al mismo tiempo, fracasando con todos. Y sin curar a nadie.
Entonces, Nicholson se rebela. Y vuelve el hospital siquiátrico “patas arriba”.
Por ejemplo, arma un borlote para escuchar el juego de la Serie Mundial de Béisbol.
Luego, secuestra la unidad de pasajeros del hospital y trepa a los compañeros y se van de finta.
Incluso, hasta se apoderan de un barco para navegar en altamar y en donde intentan cada uno pescar. Y al mismo tiempo, y “como en el mar la vida es más sabrosa”, emborracharse.
PASILLOS: Después organiza otro zipizape, pero en el manicomio y con mucho alcohol y varias mesalinas para el disfrute sexual de los compañeros.
Incluso, y como a un enfermo le gusta la mujer de Nicholson, se la presta para pasar la noche empiernados en una habitación del hospital.
Y al día siguiente, cuando llegan los custodios y la enfermera descubren a todos borrachos durmiendo “la mona” en los pasillos y uno con su trabajadora sexual en un cuarto.
VENTANAS: Entonces, la dirección del hospital se va contra Nicholson. Y lo someten a duros y rudos electroshocks, descargas de electricidad en el cerebro y lo dejan turulato.
Un zombie. Un hombre sin brillo ni resplandor en los ojos. Sin creatividad. Un autómata.
Final triste y doloroso para un enfermo mental. Todo, por defender a un compañero castigado por tener relaciones con una daifa en el pachangón hospitalario.
Jack Nicholson ganó un Oscar por su actuación estelar. (lv)