La primera presidenta
I (Un pueblo en la discordia)
Terminará hoy un nuevo periodo constitucional. Hacia las doce de la noche AMLO entregará Palacio Nacional.
Luego de sesenta hombres como presidentes de la república, la primera mujer en la historia.
Ojalá y los astros pudieran acomodarse para alcanzar el más bello y hermoso día.
El día del paraíso terrenal.
El día del bienestar y la justicia social.
Un país igualitario.
Todos somos iguales.
Más, mucho más en una república donde seis de cada diez habitantes viven en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo y los salarios pichurrientos.
Además, indicativo y significativo, un país con una elevada migración a Estados Unidos (más de 33 (treinta y tres) millones de personas, y de las cuales más de un millón son originarias de Veracruz.
Y todos, huyendo de la falta de oportunidades laborales en los cuatro puntos cardinales.
Más allá de que Andrés Manuel López Obrador impuso a un número incalculable de funcionarios a Claudia Sheinbaum Pardo (los titulares de Gobernación, Educación Pública, el Bienestar Social, Hacienda y Crédito Público, la Fiscalía General de la nación, ISSSTE e INFONAVIT, por ejemplo) están, y en primera línea, los precaristas.
Los excluidos.
Indígenas. Campesinos. Obreros, sobre todo.
AMLO se irá y su mayor legado social y moral es un país cien por ciento fracturado hasta en las familias.
La mitad de una familia, o más, a su favor. La otra mitad, o menos, en contra.
El famoso gritoneo de que “es un orgullo/ estar con Obrador”, un pitorreo porque los padres y los hijos y los hermanos y los tíos y los primos y el resto de la familia terminaron resentidos y odiándose porque así fueron alentados desde Palacio Nacional a través de “Las mañaneras”.
Entonces, el gran desafío moral y social (si le interesara) a la primera presidenta de la república será trabajar “a ras del suelo” por la concordia social y familiar.
Más, mucho más, tratándose de las familias.
Una ruptura insólita como nunca en la historia entre los parientes.
Más allá, por ejemplo, de la nación ensangrentada y el tiradero de cadáveres de sur a norte y de este a oeste.
II (Enormes pendientes…)
Pero quizá bien pudieran centrarse en dos. Uno, el desempleo. Y dos, la incertidumbre y la certeza.
Incluso, círculo vicioso.
Por ejemplo, los inversionistas, los empresarios, los comerciantes, siempre han reclamado como política primordial para crear empleos la seguridad en el diario vivir.
Más, en un país donde los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros, y de ñapa, raterillos y ladrones, delincuencia común, se han apropiado de la agenda setting y ellos hacen y deshacen.
Nadie puede invertir, digamos, con tranquilidad cuando en las carreteras federales y estatales asaltan los carros y pipas y tractocamiones de carga de un extremo a otro de la nación.
Ni menos invertir cuando los secuestros, desapariciones, extorsiones y fosas clandestinas se multiplican.
Entonces, únicamente puede animarse y reanimarse la inversión privada si el Estado garantiza esa cosita y hecho esotérico de la seguridad en la vida y los bienes.
Por eso, incluso, una nación con más de treinta millones de mexicanos en Estados Unidos como migrantes sin papeles, sin documentos en regla.
Y es que cuando la población económicamente activa toca y toca puertas laborales y la mayoría están cerradas…
Y si se abren con salarios de cinco a seis mil pesos mensuales…
Y sin las prestaciones económicas, médicas y sociales de ley…
Y con la incertidumbre del despido “a la primera de cambios”…
Y la obligación de trabajar “de sol a sol” con horas extras sin pagar…
El paraíso terrenal de EU es cien por ciento más atractivo con todo y el riesgo para la vida y la economía que significan las policías municipales, estatales y federales y la policía migratoria y los malandros.
La presidenta electa tomará posesión a medianoche.
Y por delante seis largos y extensos años para aterrizar, digamos, el llamado “socialismo con rostro humano”.
Un país con una población dichosa, feliz, contenta y alegre.
Y dichosa porque tendría los satisfactores básicos para su desarrollo personal y como son un empleo digno y una vida sin sobresaltos. (lv)