Teoría de Charles Darwin
**Volverse una ardilla
**Animalito agradecido
UNO. Volverse una ardilla
Si es cierto que los seres humanos podemos evolucionar a una nueva vida, incluso, a una nueva especie, al viejito del barrio le encantaría volverse un animalito. Y una ardillita.
Sus razones de peso y con peso son las siguientes, entre otras:
A, quizá las ardillitas tienen los ojos más tiernos, expectantes y pícaros del reino animal. Unos ojitos, ojillos, con la curiosidad rebosante.
B, todos los días, las ardillitas amanecen dichosas y alegres. Quizá sea el animalito más feliz. Nadie dudaría de que Noé, el bíblico, la encaramó en su barco cuando el diluvio universal estaba anunciado y trepara a una pareja de cada animalito. Pero la extraordinaria buena vibra y mejor karma de las ardillas es como una droga para caminar contento en cada amanecer y anochecer.
DOS. Dicha intensa
C, la alegría intensa y volcánica con que siempre, siempre, siempre, mueven la colita larga y vibrante. Hay ardillitas, por ejemplo, que la pasan moviendo la colita todo el santo día en la mañana, la tarde y parte de la noche. Un veterinario asegura que la mueven hasta cuando están dormidas.
D, chiquitas que caben en una mano es el animalito trapecista número uno. Mucho mejor que cualquier trapecista de un circo tanto pueblerino y aldeano como de los hermanos Atayde. Fascinante cuando se bambolean sobre un cable de luz eléctrica y sin perder nunca el equilibrio pues jamás se han caído al piso, en la calle.
TRES. Animalito agradecido
E, una maravilla cuando agitan su colita en señal de gracias porque un ciudadano común y sencillo les pone cacahuates bien peladitos para comer en el parque y en donde suelen vivir encima de los árboles aun cuando con frecuencia hasta se sientan en una banca.
CUATRO. El señor de los cacahuates
Hacia finales del siglo pasado, por ejemplo, el contador jarocho, Blas Freyre Cantón, tesorero municipal en el Ayuntamiento de Papantla, acostumbraba a salir de su oficina en el palacio en el mediodía y en la tarde.
Entonces, en el parque compraba un cucurucho con cacahuates y los pelaba y se los iba dando y hasta en la boca a las ardillitas que ya lo conocían porque era tan festivo y alegre como ellas.
Luego, durante un ratito les platicaba cositas y se reía y las ardillitas se daban gusto bamboleando sus colitas.
Blas Freyre parecía el san Martín de Porres, el santo amigo del reino animal.
CINCO. Protegerse del mal tiempo
F, sabrá el chamán dónde duermen las ardillitas. Y la forma como se protegen, por ejemplo, de la lluvia, un torrencial, un huracán, el cielo con truenos y relámpagos pues se han de asustar.
Pero cada mañana son las primeras en llegar al parque y brincar a las ramas de los árboles para columpiarse.
Y de los vecinos, caray, nadie les llevaba cacahuates como en su tiempo Blas Freyre.
SEIS. Muchísima dignidad
G, nunca a nadie molestan. Tampoco son belicosas.
Indicativo y significativo, siempre andan solas. Cada una por su lado.
Bien decía aquel filósofo ateniente, tanto los grandes hombres y mujeres como algunos animalitos caminan solos.
Viven y disfrutan su independencia y autonomía con total libertad.
Los animalistas bien harían en crear y recrear un panteón de ardillitas.
Sabrá el gurú dónde quedan sus cadáveres a la hora de morir.
Más si es cierto, como se afirma, que todos resucitaremos el Dia del Juicio Final.
Más, mucho más, porque si de acuerdo con Charles Darwin, el hombre desciende del mono, entonces, sonará la hora cuando el hombre regrese a su condición natural.
Es decir, se vuelva un animalito.
Y nada mejor que como una ardillita. (lv)