El pitorreo de la muerte
**Todos se vuelven santos
**Y hasta canonizados
EMBARCADERO: Está comprobado que al morir la mayoría de las personas son convertidas en santos... Santos terrenales... En automático, los pecados mortales y veniales cometidos son perdonados y olvidados... Incluso, el muerto, canonizado... Sean quien sea... Bastaría recordar, por ejemplo, a Chucho El Roto, famoso porque robaba a los ricos para entregar el dinerito a los pobres... Y a Jesús Malverde, el santo de los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros
y que fue como ellos…
ROMPEOLAS: Entre tantos de miles y millones de casos en la historia, la historia de Albert Camus, Nobel de Literatura, fallecido en un accidente automovilístico de la provincia a París cuando acompañaba a su editor y quien perdiera el control y estrellara con un árbol y ambos murieran y sobrevivieran la esposa y la hija del editor… Primero, Camus y Simone de Beauvoir y su pareja durante cincuenta años (con todo y duetos y tríos), Jean-Paul Sartre, eran amigos… Entrañables… “A prueba de bomba”… Pero un día, las pasiones políticas los enfrentaron y separaron… Fue cuando Sartre se declaró fans de José Stalin, el dictador de Rusia y quien dejara veintiocho millones de muertos…
ARRECIFES: Y fue cuando la lucha libertaria en Argel, el pueblo de Camus, y quien estuviera en contra y lo que enfureció a Simone… Entonces, Simone y Sartre hablaban pestes de Camus… Vaya, lo satanizaban… Cada uno por su lado en la lid periodística, literaria, teatral y política… Y luchando por las causas sociales… Con todo, incluso, de que Camus siempre fue discreto cuando Simone se le declaró porque deseaba una aventura… Entonces, Camus fue categórico: “En ese tipo de cosas yo decido”… Y la dejó “con la palabra en la boca” por la amistad con Sartre pues ni modo “de picar los ojos” al amigo…
ESCOLLERAS: Y cuando Camus falleció de manera intempestiva “se fue al cielo con todo y zapatos” como dice el viejito del barrio… Por ejemplo, Simone escribió: “Su rostro sabía reír y sonreía tan bien… Joven escritor ambicioso, enamorado de la vida, de sus placeres, de sus triunfos, de la camaradería, de la amistad, del amor, de la felicidad… La muerte lo resucitaba… Todo me desgarraba: esta miseria, este dolor, esta ciudad, el mundo, la vida y la muerte”… (La fuerza de las cosas, libro autobiográfico)…
PLAZOLETA: Desde luego, hay excepciones y que suelen justificar la regla… Por ejemplo, con la muerte de Adolf Hitler, José Stalin, Idi Amín, Atila, Calígula, Herodes, Poncio Pilatos, Augusto Pinochet, Fulgencio Batista, Anastasio Somoza, Rafael Leónides Trujillo, Porfirio Díaz Mori y Plutarco Elías Calles y quienes juntos suman más muertos que al final del día en una batalla en el campo bélico… Pero tratándose de una persona que vivió con sencillez y murió con mayor sencillez, así sea el pecador número uno, la muerte lo purifica…
PALMERAS: Vaya el lector por curiosidad a un velorio y en donde a nadie conozca y pare oreja… Y de inmediato advertirá la forma como el muerto va ascendiendo al cielo porque de pronto (ajá) le descubren virtudes, cualidades y atributos que nunca antes le vieron en los días y noches vividos… Incluso, hasta ser propuesto como un santo laico… Por eso nada mejor que días antes de morir se le pida a un familiar confiable, primero, sin avisar a nadie, ni siquiera a parientes, de encargarse de su sepelio… Segundo, que por aquí se muera de inmediato a la funeraria para ser cremado… Y sin velación, claro… Y tercero, luego luego las cenizas tiradas al Golfo de México… Y es que tanto incienso después de muerto se presta a pitorreo… (lv)