Volverse viejo
**Pero con sabiduría
**Y con mucha dignidad
UNO. Horror a envejecer
Hay quienes padecen como pesadilla atroz el horror a envejecer. Más cuando, por ejemplo, miran a otros envejecidos y llenos de enfermedades. Y caminando con la ayuda de un bastón, una andadera, unas muletas, en silla de ruedas. Y hasta con un botiquín en la mano.
El geriatra dice, sin embargo, que nunca existirá en la vida una mujer fea, digamos, por vieja, pues, y en todo caso, se trata de una mujer de la séptima y octava década. Una mujer cargada de años.
Más, mucho más, porque hay mujeres, digamos, ancianas, y guapas, atractivas, interesantes, con rasgos finos y finitos.
Además, sabias, expertas, conocedoras, fogueadas en las pasiones huracanadas y turbulentas.
DOS. Envejecer con dignidad
Alguien por ahí escribió el libro “El arte de envejecer”. Y envejecer, claro, con dignidad, partiendo de una base sabia. Naces, creces, te reproduces, vives, envejeces y mueres.
Ley de la vida, entonces, solo basta con preparar las neuronas y el corazón para el momento estelar en cada etapa.
Y pasar los días y las noches y los meses y los años con el acelerador metido hasta el tuétano.
Sin llegar, claro, a lo que Ricky Martin llama “La vida loca”. Y/o Yuri, “La maldita primavera”.
Y por supuesto, sin llegar a la frase simbólica de Paquita la del barrio de “¿Me estás oyendo, inútil?”.
TRES. Camino al andar
Una señora refiere que “todo se acomoda al final del tiempo”.
Cierto. Ley inexorable. Pero al mismo tiempo, si se siembran flores en el jardín se cosecharán flores.
Pero si se siembran tempestades, cardos, espinas, abrojos, tal será la cosecha.
Entonces, y como aconseja el viejito del barrio, “hacer camino al andar” pero cuidando cada paso y mirando lejos.
CUATRO. Mirar lejos
Una cosita es mirar la vida a los veinte, treinta, cuarenta, años, y otra, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia mirar la vida a partir de los cincuenta y los sesenta años.
Simplemente, la perspectiva cambia. Y más, las circunstancias. Y más, cuando “cae el veinte” de que en la vida hay muchas más temporadas de vacas flacas y muy flacas que de vacas gordas.
Y si de pronto hay vacas gordas, la conseja popular es guardar y ahorrar y seguir ahorrando para el tiempo desastroso y multiplicado de las vacas flacas.
Casi casi como si se viviera siempre en tiempo de sequía cuando las vaquitas en el campo suelen mostrar los huesos.
Los simples huesos.
CINCO. La vejez dura más tiempo
El ideal es vivir pensando siempre en el futuro.
Una vejez digna, digamos, y hasta donde sea posible.
A, porque la vejez dura muchos lustros más que la juventud.
B, porque en términos generales la juventud se usufructúa como si fuera eterna, cuando, caray, sucede al revés.
C, porque en la juventud suele andarse en el antro, la disco y la cantina y los fines de semana agitados.
Y en la vejez, los días y las noches giran alrededor del consultorio médico, la farmacia, el hospital, el quirófano y en la iglesia arrodillados solicitando el perdón por tantos pecados mortales y veniales cometidos.
SEIS. Preparar el futuro
Y, D, más dura y ruda la vejez si se anda con pendientes económicos y extendiendo la mano por ahí, caray, solicitando una cooperacha para la despensa quincenal en casa.
Toda una encrucijada la vejez, pues nadie tiene una bolita de cristal para adivinar el futuro inevitable que vendrá.
Y, desde luego, prepararse lo mejor posible y hasta donde las circunstancias de la vida lo permitan. (lv)