Políticos dioses
**Dioses políticos
**El poder hace levitar
UNO. Políticos mesiánicos
Hay, como en todo, políticos mesiánicos. Por ejemplo, por aquí toman posesión de un cargo público en las grandes ligas se sienten dioses. Y su palabra es infalible. Y basta y sobra con que lo expresen en un discurso público y/o declaren a la prensa para creer que en automático se tradujo
en hechos.
Por ejemplo, alardear desde el púlpito que el tsunami de violencia va a la baja y en caída libre.
Festinar la creación de empleos suficientes y pagados con justicia laboral.
Celebrar que la calidad de la salud pública es mejor, mucho mejor, que en Dinamarca, la nación ideal en la materia.
DOS. La prensa… culpable
Incluso, inculpar a la prensa escrita, hablada y digital de “presentar cosas inexistentes” con el único objetivo de desacreditarlos.
Lanzar fuegos artificiales porque (y por decreto), la vida pública ha sido purificada y la corrupción de los políticos forma parte del pasado.
Jurar y perjurar que “no somos iguales” a los priistas y panistas antecesores en el poder sexenal cuando son peores.
Y estar seguros de que hay fuego enemigo en contra y hasta descubren y miran “moros con tranchetes”, sus fantasmas.
TRES. Presos políticos
Insólito: Cuando el escritor André Malraux fue nombrado ministro de Cultura por el presidente francés, Charles de Gaulle, a los tres meses de estar manejando la información oficial aseguró sin pudor ni rubor que la tortura a los opositores, inconformes y disidentes había disminuido.
Solo, únicamente, porque Malraux lo cacareaba.
Tiempo cuando, por ejemplo, el número de musulmanes, opositores a De Gaulle, seguía creciendo, imparable.
Digamos, como el tiempo mexicano de los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez con la Guerra Sucia.
Las cárceles, además, repletas de presos políticos.
CUATRO. “La cruda realidad”
Es el mesianismo en que suelen incidir los jefes políticos encumbrados.
Quizá Calígula alcanzó la más elevada expresión esotérica. “Hay días cuando me siento dios”, aseguraba con frecuencia.
Tanto que hasta tuvo relaciones carnales con sus tres hermanas esperando le dieran un hijo para nombrarlo sucesor.
Y ninguna de las tres se lo dio.
Lo manifiesta el decálogo del jefe vendido en el mercado popular:
“El jefe es el jefe aun estando en pelotas”.
“Y si el jefe si equivoca nada pasa y vuelve a mandar”.
Verdad o mentira, el caso es que apenas los políticos ocupan la silla principal del palacio se marean, pierden el piso y hasta suelen levitar, como afirmaba Eufemio Zapata, el hermano menor de Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur.
CINCO. Ejército de aduladores
El ejército de subordinados de un jefe bien pudiera considerarse el responsable número uno de su mareo.
Por una sencilla razón de peso y con peso:
Los secretarios de Estado, las secretarias, las barbies, los auxiliare y asesores, los choferes, los escoltas, los amigos, los socios, aliados y cómplices (y que tan importantes son) la pasan lanzando incienso al jefe en su paso.
Y tantas, tantas, tantas zalamerías lo llevan a perder el equilibrio humano y sentirse, en efecto, y como Calígula, dioses terrenales.
SEIS. Traiciones S.A. de C.V.
Nada más sano como permanecer lo más lejos posible de las tribus políticas.
Y ojalá nunca se tenga necesidad de extender la mano solicitando un favor, por ejemplo, una oportunidad laboral.
Una recomendación para un hijo. Una beca para estudiar en el extranjero. El contrato de una obra pública.
Más, porque en el mundo político se multiplican las intrigas, las calumnias, las difamaciones, las conspiraciones y las puñaladas traperas donde muchos traicionan y hasta llegan a traicionarse a sí mismo. (lv)