Incluso, matándose unos a otros.
El mejor político es el muerto. Aun cuando, dice la Biblia, el Día del Juicio Final los muertos resucitarán.
¡Y ay si por ahí nos toca mirar resucitados y caminando en las calles y pueblos a Adolf Hitler, José Stalin, Atila, Augusto Pinochet, Anastasio Somoza, Daniel Ortega, Fulgencio Batista y a Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón!

DOS. Emboscadas y crímenes

La historia nacional ya dejado testimonio de la feroz persecución y guerra entre las tribus políticas.
Elías Calles, por ejemplo, ordenando el asesinato en Topilejo de cien seguidores de José Vasconcelos Calderón, el candidato presidencial, quien derrotado en las urnas por una de las primeras estafas maestras, huyó con su amante, primero, a América Latina y luego a Europa.
Venustiano Carranza ordenando emboscar y asesinar a Emiliano Zapata.
Y Álvaro Obregón y Calles, a Pancho Villa.
Caray, el asesinato en el año 1994 del candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

TRES. Olor a poder y dinero

El poder y el poder de la silla gubernamental suele despertar las más encendidas y pasionales locuras de la naturaleza humana.
El poder político, sinónimo de los poderes económico y social para en menos de un sexenio enriquecerse y enriquecer a la familia y resolver las urgencias económicas de varias generaciones después.
Venustiano Carranza, Pancho Villa y Emiliano Zapata, expropiando las haciendas a los latifundistas del Porfirismo y después obsequiándolas a las amantes en turno.
Más, considerando como aseguraba Henry Kissinger, el poderos judío secretario de Estado en la Casa Blanca con el presidente Richard Nixon de que “hay mujeres a quienes encanta el olor a poder y el olor a dinero”.

CUATRO. Vivir amenazados

El descrédito del grupo gobernante en turno y en contra de los adversarios, enemigos, opositores y críticos es universal.
Incluye desde una campaña discursiva, incluso hasta desde “La mañanera” acusándolos de pillos, ladrones, corruptos y corruptazos hasta “la cargada” de “Los Siervos de la Nación” por Internet colgando a todos en la plaza pública.
Y desde “la cargada” de la autoridad fiscal en contra con sus finanzas privadas y empresariales (si las tienen) hasta la advertencia de que bien terminarían en la cárcel.
Y, claro, desde la amenaza latente de un secuestro, una desaparición, un asesinato y una fosa clandestina.

CINCO. La silla embrujada

La silla de los palacios federal, estatales y municipales y de los secretarios de Estado y síndicos y regidores y funcionarios de confianza en el gabinete legal y ampliado está embrujada.
Seduce. Fascina. Enloquece. Hace mirar visiones. Perturba. Despierta la ambición y la codicia. Y hace levitar.
Y por lo general, a la mayoría. Digamos, una especie de atracción fatal.
Bastaría referir que hay hombres (y también mujeres) para quienes el ejercicio del poder es mucho más importante que la atracción y el gozo sexual.

SEIS. “¡Ay, presidente, mejor no pregunte!”

Un filme cinematográfico cuenta la historia de un presidente de Estados Unidos con un hombre incómodo e indeseable.
Y el jefe de la nación más poderosa de la tierra lo confía al jefe de los escoltas.
Días después, el jefe le dice:
“Señor presidente, el hombre incómodo que tenía usted… ha dejado de serlo”.
¿Por qué, cómo le hiciste?, pregunta el presidente.
“¡Ay, señor presidente, mejor no pregunte!”.
El cadáver del hombre indeseable apareció flotando en un canal de aguas negras. (lv)