Delirio de grandeza
**Talón de Aquiles...
**En los políticos
EMBARCADERO: Los políticos suelen traer en el ADN el delirio de grandeza... Cada jefe encumbrado es el más fregón... Por eso, les han denominado el gurú, el tlatoani, el chamán, el rey azteca, el jefe de jefes, el mesías, el iluminado, el patrón... Frase famosa entre ellos: “A sus órdenes, Señor”... Otra más indicativa: “Con usted, hasta la ignominia”... Incluso, la mejor política laboral suele darse en la industria del halago y el chocholeo y en donde va por delante aquel subordinado que tire más incienso
Incienso, claro, fino y elegante… Sin caer en la vulgaridad…
ROMPEOLAS: Calígula, el emperador romano, lo resumió en cinco palabras bíblicas: “A veces me siento dios”… Los políticos, dioses terrenales que llegan a creerse y sentirse… Y en serio… Y en serie… Y hay de quienes lo cuestionen, desde empleados hasta ciudadanos de a pie y motorizados porque entonces, “en el pecado llevarán la penitencia”… Se entiende y explica a partir de que el ejército de empleados (secretarias, escoltas, choferes, asesores, auxiliares y subordinados, etecé, etecé) suelen competir entre ellos para hosannas y loas…
ARRECIFES: Bastaría referir el caso sicológico de AMLO, el presidente, convencido de que en la política cuenta más, mucho más, la lealtad (vaya, lealtad perruna) del séquito de funcionarios que la eficacia y la eficiencia… Vaya, si en el grupo aparece un político menor cuestionando al jefe máximo, de inmediato es calificado de un Judas listo para ser expulsado del primero y el segundo y el tercer círculo del poder… Y desde luego, evidenciando la lealtad al jefe superior y quienes privilegian a la gente sumisa y dócil… Y entre más omisa y occisa, mucho mejor… Un dicho popular las describe: “Si me dices sapo… brinco”…
ESCOLLERAS: El delirio de grandeza no tiene límites… Por ejemplo, si un político siente que un subalterno lo ha dejado de halagar, de inmediato piensa y está seguro de una traición… Peor, mucho peor, si entre los feligreses de su capilla alguien le susurra y lo intriga, difama y calumnia… En el peldaño más elevado de la vida pública, ningún político admite cometer errores… La altura física del poder y la grandeza social lleva al delirio… Y en automático se vuelven infalibles… Por eso, Diógenes buscando lámpara en mano al hombre ideal… Digamos, como en el siglo pasado cacareaban “el socialismo con rostro humano”…
PLAZOLETA: Por fortuna, y de acuerdo con el sistema político, el delirio de grandeza tiene un límite de caducidad… En el caso de los presidentes de la república, gobernadores y senadores, suele durar seis años… Y en el caso de los presidentes municipales, cuatro años… Y de los diputados locales y federales, tres años… Y de un día para otros, la persona pasa “de ser todo y sin medida” a ser nada… Y la nada, es nada… Ni siquiera un puntito de luz en el cielo… En el siglo pasado, con las dictaduras, Porfirio Díaz Mori ejerció el poder durante 34 (treinta y cuatro) años, en tanto Benito Juárez García, su paisano, quince años… Y eso porque viviendo en Palacio Nacional se le atravesó una angina de pecho y lo llevó a la tumba…
PALMERAS: El delirio de grandeza constituye una enfermedad en todos los niveles donde el poder público y privado se manifiesta y dirime la relación humana… Desde luego, se expresa más en la política… El proverbio es filosófico: “Da poder a una persona y la conocerás en su exacta dimensión”… “La cruda verdad”… (lv)