Incluso, anunciando el fin del mundo y la resurrección de los muertos.
Mostrándose como enviado del Ser Superior para salvar a la tierra y a los humanos.
Casi casi, un Gandhi, un Mahoma, un Jesús, uno de los doce emperadores romanos, del siglo XXI.
Lo resumió el César Calígula en siete palabras bíblicas: “Hay veces cuando me siento un dios”.

DOS. De ellos, apártanos, Señor…

Por fortuna, el relato bíblico es categórico: “De todos ellos, apártanos, Señor”.
Más cuando los políticos y líderes adoptan las actitudes y posturas de los artistas y suelen montar tremendo espectáculo como, por ejemplo, el famoso “acarreo” a mítines, para ser enaltecidos y glorificados.
En el siglo pasado, tiempo del priismo, los “acarreos” llegaron a la locura.
Vaya, todavía hacia el año1994, el subcomandante Marcos programó su aparición en la selva chiapaneca como el gran espectáculo de un dios terrenal.
Ahora, más allá de “los acarreos” y que todavía están vigentes en la temporada guinda y marrón, el incienso a través de las redes sociales, los WhatsApp, los correos electrónicos, y anexos y conexos.

TRES. El que no cae, resbala…

En la vanagloria suele caer “hasta el más pintado”.
Nada cuaja tanto en las neuronas, el corazón y el hígado de algunas personas como el incienso, el halago, el vítor, la aclamación, el hosanna hosanna.
La soberbia y la vanidad en la parte más elevada de la pirámide humana.
Y un ejército de subalternos a las órdenes celebrando y festinando sus decisiones.
El caso de los líderes sindicales perpetuados en el trono.
Y de los presidentes de la república. Los gobernadores. Los alcaldes. Los secretarios de Estado. Y de los legisladores locales y federales.

CUATRO. Nada humano es ajeno

Está claro: forma parte de la naturaleza humana.
Y como observa el viejito del barrio, por eso la vida es vida pues en “la viña del Señor” hay de todo.
Algunos díceres:
“Yo soy la honestidad valiente. Yo soy la purificación moral. Aquí mando yo. Mi palabra es la ley. Yo soy la verdad”.

CINCO. El poder siempre es efímero

En el caso de los políticos, por ejemplo, la coreografía del poder tiene una vigencia de seis, cuatro y tres años, el tiempo de duración de los tres niveles de gobierno.
Luego, si bien les va, por ahí un cargo público menor con la nueva tribu en el poder público.
Pero de igual modo, el riesgo de una feroz persecución mediática y jurídica como pillos, ladrones, corruptos y “corruptazos” como repite el señor de “La mañanera” en el púlpito nacional.
Una elite se va y otra llega y la historia coreográfica se repite con la misma intensidad o peor.
Caray, Antonio López de Santa Anna enterrando con honores militares la pata que perdiera en la guerra contra Estados Unidos en Tampico.
Y el presidente Álvaro Obregón enorgullecido de que le llamaran “El quince uñas” (para robar) porque en la guerra también perdió un brazo completito.

SEIS. Da poder al más jodido y lo conocerás…

Así es una de las características del poder. Lo dijo Eufemio Zapata, el hermano menor del Caudillo del Sur, Emiliano, cuando con Pancho Villa entraron a Palacio Nacional: “La silla del palacio está embrujada porque a todos los políticos marea, enloquece y hasta hace levitar”.
También lo dice el viejito del barrio: “Da poder a una persona (hombre o mujer) y conocerás su identidad. (lv)