El camino al infierno
**Buenas intenciones
**Conocer a los demás
UNO. Las buenas intenciones
El camino al infierno empedrado “de buenas intenciones” está lleno de grandes decepciones.
Desencantos, por ejemplo, y en el nivel más constante, con los políticos.
Desilusiones con los jefes y patrones en las empresas, industrias, fábricas y oficinas particulares.
Frustraciones con los amigos.
Y, claro, grandes decepciones con la pareja.
Y en muchos, muchísimos casos, con los hijos. Y/o al revés, de los hijos con los padres.
Un mundo, pues, donde la utopía (soñar con el paraíso celestial en la tierra en la diaria convivencia) suele terminar descarrilada en el infierno.
DOS. “Golpes de pecho”
Cada parte tiene (y tendrá siempre) razones de peso y con peso para “darse golpes de pecho” e inculpar a los demás de los desaciertos personales.
Pero ni hablar, la vida ha sido así. Y es. Y será hasta el día del Juicio Final cuando los muertos resucitarán.
Incluso, si existen el cielo y el infierno, entonces, nunca puede olvidarse cuando Luzbel armó una sublevación en el paraíso celestial obsesionado con ser más que Dios.
Y, claro, terminó en el infierno. Y con todo en el infierno, el Rey del Averno.
¡Ay, tan adorada la Santita Muerte!
TRES. Los famosos mil favores…
El proverbio popular lo expresa de la siguiente manera:
Haz mil favores a un amigo y acaso por equis razones estarás imposibilitado para cumplirle el favor mil uno.
Y entonces, te guardará resentimiento y te odiará el resto de la vida.
Es la naturaleza humana.
Más, cuando la persona se siente y cree merecedora de todos los favores de los cinco continentes con más de doscientas naciones.
Por eso, la historia bíblica de Caín matando a su hermano Abel.
Y de Judas traicionando al jefe y amigo Jesús.
Y Herodes decapitando a Juan Bautista, el primo hermano de Jesús, para acostarse con su sobrina, Salomé.
CUATRO. Resultado social patológico
Hermanos odiándose. Familiares guardándose resentimiento. Amigos enemistados y para siempre.
Parejas soñando con la venganza. Novios intrigándose.
Pero quizá el peor daño es cuando un pueblo, la mitad de un pueblo, una comunidad se desencanta del jefe político.
Y lo más duro y rudo, lo expresa en las urnas votando en contra de todas y cada una de sus candidaturas a un cargo de elección popular.
Se trata, claro, cuando, refiere el dicho popular, “Dios castiga sin palo y sin cuarta”.
CINCO. Hora de “colgar los guantes”
Igual de duro, por ejemplo, cuando los lectores se desengañan de un escritor, un novelista, un cuentista, un poeta, un reportero.
Bastaría referir cuando en las librerías sus libros quedan en el aparador porque nadie los compra.
Y/o en todo caso, las ventas son tan bajas que ni siquiera llegan a diez ejemplares.
Y peor, cuando publica un nuevo libro y la historia negra y frustrante se repite.
Entonces, la hora de dedicarse quizá a vender libros de otros y de casa en casa para ganar unos centavitos y llevar el itacate y la torta y la despensa a casa.
SEIS. Conocer la naturaleza humana
El desencanto forma parte de la vida y de la naturaleza humana.
De igual modo, por ejemplo, que la alegría y la desdicha. El odio y el perdón. La felicidad y la tristeza. La euforia y la depresión. El optimismo y el pesimismo.
Por eso, y como dicen los políticos de altos vuelos y encumbrados, el punto de partida en la vida pública y personal es conocer la condición humana… de los demás.
Primero, de los compañeros de trabajo.
Segundo, de los subalternos.
Y tercero, quizá en el número uno, las inquietudes de la población civil.
Lo decía el capitán Fernando Gutiérrez Barrios:
“Si es mediodía y el pueblo dice que es noche hora de encender las farolas”.