Perdida la confianza
**La vida se desmorona
**Imposible recuperarla
UNO. La confianza perdida
El día cuando se pierde la confianza de la pareja, de los hijos, de la familia, de los jefes, de los amigos, de los vecinos, en automático la vida se desmorona.
Y por más y más que se entre de rodillas a la Basílica y con las manos extendidas y los ojos en viaje esotérico constituye una proeza singular, una hazaña inverosímil recuperar la confianza.
Claro, la persona herida y lastimada bien podría fingir digamos, que la confianza ha sido restaurada.
Pero de igual modo, nadie descartaría que se trata de una actitud diplomática para cuando el momento ideal se presente ajustar cuentas y vengarse.
Sobre todo, si se considera el proverbio popular de que “la venganza es un plato que se come frío”.
DOS. Confianza recíproca
La vida, pues, significa una jugada donde la confianza está en el centro de la disputa.
Hosanna, hosanna, cuando en el día con día y noche con noche en la vida personal y laboral la confianza se va multiplicando con hechos concretos y específicos.
Y cuando desde luego, la confianza es recíproca, de tal forma que uno al otro, las dos partes, se retroalimentan.
Pero… terrible y espantoso cuando la confianza se desliza en la ladera peligrosa y llena de piedras camino al fondo del precipicio.
TRES. Dudar de los otros
Las grandes parejas, los grandes amores, los amigos extraordinarios, los jefes y empleados insuperables suelen diluirse cuando se empieza a perder la confianza.
Y lo peor, cuando hasta del amigo entrañable se duda.
Y peor, cuando uno y/o el otro escuchan intrigas, conspiraciones, chismes, versiones infundadas, díceres.
En el paraíso celestial, la madre Eva creyendo en Luzbel de que si comía la manzana, el fruto prohibido, sería como Dios.
Y luego, la madre Eva convenció al padre Adán y la vida se les jodió.
Desde entonces, la confianza se volvió mítica y bíblica y una maldición en la vida.
CUATRO. Venganza de un dios
Zeus, para vengarse de la tierra y de los humanos, envió a su barbie, Pandora, con una caja conteniendo todos los males.
En el camino, la caja se le cayó y se abrió la tapa y la mayoría de males huyeron a diestra y siniestra.
Pero en el fondo quedaron dos. Uno, la soberbia, y el otro, la desconfianza.
Entonces, Pandora les pidió que se fueran.
“No, aquí nos quedamos porque somos las peores” dijeron.
Pandora insistió con su voz suave y tierna y su belleza radiante y la soberbia y la desconfianza también quedaron liberadas.
CINCO. Amarrarse la lengua…
La desconfianza forma parte de la naturaleza humana.
Igual, por ejemplo, que el amor y el desamor. El perdón y el resentimiento. El olvido y el odio. La alegría y la desdicha. La euforia y la crisis depresiva.
Por eso, y entre otras cositas y hechos, el relato bíblico de “amarrarse la lengua” antes, mucho antes de expresar un desacierto que lastime a los demás.
Y el relato bíblico de cavilar y cavilar mucho antes, mucho antes, digamos, de traicionar la confianza de la pareja, los hijos, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y los vecinos.
La vida, se insiste, como una prueba donde como en la casa del jabonero, “quien no cae… resbala”.
SEIS. Perdonar y olvidar
Hay gente (y como es natural) que sabe perdonar. Y lo más importante, olvidar.
Pero al mismo tiempo (mundo al fin) personas que nunca olvidan ni tampoco perdonan.
Y suelen vivir para vengarse por más y más que el odio pudra las neuronas y el corazón y el hígado. (lv)