para los niños… Y con frecuencia, como único platillo en la cena…

ROMPEOLAS: La fama procede desde el siglo pasado cuando a su paso por Xalapa, mamá Carlota los probó y quedó fascinada, en tanto Maximiliano de Habsburgo enloquecía con una chica indígena de veinte años de Morelos y con quien, caray, tuvo amorío y procrearon un hijo… Entonces, desde el Castillo de Chapultepec donde decidieron vivir, mamá Carlota enviaba a un propio a Xalapa por una dotación extraordinaria de pambazos… Incluso, para sus comilitonas… Entonces, nada como seguir sacando brillo del pasado para cacarear a Xalapa como gran centro turístico, lejos, más allá, por ejemplo, de su fama como la Atenas veracruzana, y en donde una señora de la sexta década solía leer cuatro libros a la semana…

ARRECIFES: Como es natural, en cada región de Veracruz (y del país) trascienden en el palenque con sus platillos preferidos… Quizá los más renombrados, los mangos de Actopan, los higos de Xico, las garnachas de Rinconada, las picada y gordas del Sanborcito de La Huaca, el filete de Boca del Río, los tegogolos de Catemaco, etecé, etecé… Y aun cuando en cada pueblo suelen darse y concitarse los festines gastronómicos, bien valdría la pena dar más empuje a todos ellos, igual, igualito, por ejemplo, que a los pambazos…

ESCOLLERAS: En el tiempo del presidente Luis Echeverría Álvarez, la fiesta patria del 15 de septiembre con la compañera María Esther Zuno de Echeverría giraba alrededor de las aguas de jícama y horchata y de las fritangas… Nada de aquellos tiempos frívolos y vanidosos del champagne con mariscos “de los siete mares”, tiempo aquel, claro, de mamá Carlota y Maximiliano… Y tiempo, desde luego, de Porfirio Díaz Mori, y quien, además, incluida los tamales de Oaxaca, sus preferidos…

PLAZOLETA: La vida, pues, por los pambazos… Pero también, por los tacos parados… Y las tortas gigantescas… Una industria sin chimeneas… Además, próspera y reluciente… Y como el pueblo siempre, siempre, siempre, suele tener mucha, muchísima hambre, y de ñapa, está jodido, en la pobreza y la miseria, nada para apaciguar las tripas y las lombrices como esta variante de la comida “chatarra”… Llenadora, claro, en ningún momento, nutritiva… Somos, entonces, hijos de los pambazos, los tacos, las tortas, las picadas, las gordas y el cafecito de olla… Una industria excepcional que bien pudiera canalizarse con mejores estrategias turísticas…

PALMERAS: ¡Honor y gloria a los pambazos!... En tiempo de la amenaza de una recesión en Estados Unidos y la que parece afectar el mercado nacional… Y en el tiempo de los estragos económicos del COVID… Y de la inflación descarrilada, el pambacito ha de declararse patrimonio nacional de Xalapa para seguir empujando la carreta destartalada de la economía… Y, claro, extenderse al consumo interno de norte a sur y de este a oeste de Veracruz… Los pambazos en Catemaco, por ejemplo, y los tegogolos en Xalapa… Ida y vuelta en cada demarcación turística de “la noche tibia y callada” de Agustín Lara… ¡Hosanna, hosanna!...