Pagar renta
**Caseros rudos
**Pesadilla eterna
UNO. Pesadilla: pagar renta
Una de las mayores dichas de la vida es dejar de pagar la renta mensual de la casa o el departamento.
El ideal superior es comprar una casita por ahí. Propia. Claro, y de ser necesario (ni modo, así es la vida), pagarla en abonos mensuales.
Luis Velázquez
Y durante muchos años, aunque los bancos ordeñen al máximo los intereses y se sienta que se carga una cruz a cuestas camino al Gólgota y sobre un camino lleno de espinas, cardos y abrojos.
Pero al mismo tiempo, conscientes de que algún día (¡oh bendita esperanza!), la casa será propia.
DOS. Mudar de casa en 15 ocasiones
Hay parejas quienes, por ejemplo, antes de lograr el sueño (sueño legítimo) se mudaron entre diez y quince veces de casita y departamento.
Más, mucho más, cuando los hijos llegaron y los gastos aumentaron en tanto el salario era el mismo.
Y se mudaban porque cada vez el casero incrementaba la renta y simplemente, el sueldo ya no daba.
Entonces, cada vez buscando casitas o departamentos más baratitos en la renta.
Un vecino se cambió once veces. Y para fortuna familiar, siempre con la sonrisa a flote.
TRES. INFONAVIT, una esperanza
El vecino aquel conservaba la fe de seguir cotizando en el Infonavit para obtener el famoso crédito y adquirir una casita.
Y vivía con la esperanza. Sin dudas ni temores… hasta que ¡zas!, las vacas gordas llegaron a la vida familiar y el empréstito fue otorgado y a buscar casita.
Entonces, la familia fue la más dichosa y feliz, como decían ellos, “del mundo entero”.
Ahora sí, decía el vecino, podré vivir y hasta morir en paz para que velen mi cadáver en casa.
Era la casita modesta y sencilla. Tres recámaras chiquitas (ya se sabe), tipo INFONAVIT, digamos, del tamaño de una oficina para enanitos.
Pero era suya.
CUATRO. Peor desenlace
La renta mensual, por ejemplo, fue estrangulando su economía de tal forma que de plano se refugiaron en la casa del padre del hombre.
Allí, padres e hijos, amontonados.
Tiempo duro y rudo de las vacas flacas. Muy flacas. Totalmente flacas.
Y lo peor, sin ninguna lucecita alumbrado el túnel tan largo del camino, pues el hombre quedó desempleado.
Y en un Veracruz con una baja, bajísima creación de empleos.
El hombre dejó a la esposa y los dos hijos con sus padres y se echó el morralito al hombro como migrante a Estados Unidos.
CINCO. Inclementes caseros
Una pesadilla atroz y en la madrugada el pago de la renta mensual de la casa y/o el departamento.
En el pago de la primera quincena del mes, por ejemplo, la obligación inevitable de apretarse el cinturón para apartar el dinerito de la renta.
Y de inmediato cubrirlo al casero.
Más cuando el casero es inclemente y si el inquilino se atrasa unos días, primero, quizá, la posibilidad de cargar intereses.
Pero, vaya paradoja, con el chirrión en la mano, la amenaza de su desalojo y hasta con guaruras y policías y quienes, caray, tanto saben de acoso, intimidaciones, hostigamiento y amenazas.
SEIS. ¡Hosanna, hosanna!
¡Bienaventurados, entonces, quienes tengan casa propia!
Ahora sí, y como dicen en la iglesia, “bendición de Dios”.
Por eso es que, con frecuencia, en los periódicos se leen las noticias de paracaidistas por ahí en algún terreno baldío y/o ocupado en otras tareas.
La gran lucha por una casita propia, aunque después la policía llegue en nombre de la ley (ajá) para el desalojo violento.
Memorable y recordable cuando en la década de 1940, Jorge Cerdán gobernador de Veracruz, fueron asesinados cuarenta mil agraristas defendiendo la parcela ejidal ante la voracidad de los latifundistas.
La gran lucha en la ciudad jarocha de Herón Proal encabezando el movimiento inquilinario para frenar la codicia y la ambición de los casatenientes aumentando la renta en los famosos patios de vecindad que tanto caracterizaron al puerto de Veracruz a principio del siglo anterior.